Cualquier tipo de comentario que hagamos en la presente coyuntura parece estar abocado a tratar de la crisis económica. Los medios de comunicación nos acosan con comentarios acerca de la necesidad de que el presidente del Gobierno acuda a la reunión del G-20, puesto que al parecer en ella se llevará a cabo lo que algunos definen como "refundación del capitalismo", mientras que otros consideran que al menos habrá una modificación del sistema y una reestructuración del FMI, que debería consistir, en palabras de Joaquín Estefanía , en adaptar a las nuevas condiciones de un mundo globalizado la "gran transformación" de la que habló Polanyi . Acerca de esa expresión, "transformación", viene al caso el siguiente comentario: "Son éstos signos de la época, que no se dejan encubrir con mantos de púrpura ni con sotanas. No significan que mañana se vayan a producir milagros. Indican que en las mismas clases dominantes apunta ya el presentimiento de que la sociedad actual no es ningún cristal duro, sino un organismo susceptible de transformación y en transformación constante". Estas frases fueron escritas por Marx en 1867, para el Prólogo a la primera edición alemana del primer tomo de El Capital , una obra que ha disparado sus ventas en el país de origen del fundador del marxismo, lo cual no deja de sorprender dada la dificultad de su lectura.

Resuelta mi cuota de palabras dedicadas a la crisis, prefiero hablar de otro tipo de comentarios que me afectan de manera directa. Son los que recibo sobre estos artículos. Hace pocos días un amigo de la infancia me felicitaba por uno de ellos, pero añadía que algunas veces mis textos caen en lo pedante, si bien me aclaraba que con esa palabra no descalificaba mis palabras, sino simplemente que a veces trato temas o cito autores que no resultan asequibles para la mayoría. Hace una semana un querido alumno, colaborador también en este diario, me enviaba un correo electrónico en el que me daba su opinión acerca de mi último artículo. Son palabras que siempre agradezco porque entiendo que nacen de la sinceridad e incluso yo diría que del afecto de quienes las expresan.

Y si hoy titulo mi artículo como comentarios, es porque esa fue la palabra que utilizó la semana pasada otro amigo tras rectificar la primera a la que recurrió: crítica. En su opinión, estos artículos tienen más calidad cuando me alejo de la política o de la historia y me aproximo a lo cotidiano. La conversación se produjo a escasos metros de un espacio público que yo me atrevería a calificar como el más bello de nuestro pueblo, el parque Alcántara Romero , conocido como el Paseo , un lugar al cual he hecho referencia en varias ocasiones en estas páginas, y que tanto él como yo admiramos y queremos, quizás porque lo usamos y lo disfrutamos. Aquella noche, mientras recordaba sus palabras, mi imaginación caminaba por las calles del parque, recordaba cuántos momentos de emoción he vivido desde niño en aquel lugar, vivencias que están nítidas en mi memoria, tanto las de hace cuarenta años como las de hace solo cuatro. Pensé asimismo en que aquel lugar es un espacio para la conversación y en que ese amigo es un gran conversador, una persona con la cual se puede dialogar desde la discrepancia, tal y como demostró esa misma noche. Su amabilidad fue la de siempre, aun cuando el día de antes supe por él que también le llegarían las consecuencias de la crisis económica. Por eso mi intención era que hoy me hubiera salido un artículo de los que a él le gustan, pero la realidad se ha impuesto, así que no me queda otra cosa que decirle que mantendremos nuestro Paseo como lugar de encuentro, ahora que como cada año asistimos, también allí, a una transformación, la derivada de sus paisajes otoñales, los cuales, según Chateaubriand , "tienen relaciones secretas con nuestro destino".

* Profesor