La verdad: a mí, ignorante de economía, Solbes me parece una persona sensata, aunque sus previsiones se vean desbordadas frecuentemente por la riada imparable de los acontecimientos.

Pues bien, creo que ha sido Solbes quien ha insinuado que la crisis económica produce, entre muchos males, algunos efectos beneficiosos de criba. Y estoy con él.

A mi modo de ver es bueno, para la salud social de todos y para la mental de cada uno de nosotros, que se abran los ojos con mirada crítica hacia las ganancias multimillonarias de banqueros, constructores, artistas, deportistas...

Un libro sobre un banquero pasado por la cárcel, Mario Conde , se titulaba Banqueros de rapiña . Pues bien, me parece que se va formando opinión general, manifestada en chistes gráficos, programas televisivos y conversaciones de tertulia, contra la rapiña de muchos directivos de banca que no ya ganan buenos sueldos, que estarían justificados por su trabajo exigente y difícil, sino que sencillamente se hacen multimillonarios, poseedores de fortunas en las que caben flotas de automóviles carísimos, fincas inconmensurables y hasta equipos de fútbol. Aquí hemos admitido con total impasibilidad que un dirigente de entidad financiera se haya blindado su retiro con generosidad y a cargo de nuestros fondos de la caja, y hemos atribuido malignas motivaciones a quienes discutieron el blindaje en los tribunales.

En buena lógica, es decir en la lógica que casi nadie usa, en vez de aplaudir y rendir pleitesía a los multimillonarios, metidos todos como estábamos en la masa optimista y consentidora de los consumidores sin medida, deberíamos poner la cota de exigencia social tan alta que no fuera posible acumular millones, ante los ojos asombrados y a veces entupidamente admirativos de miles de parados y pensionistas, por conducir muy hábilmente un coche de fórmula uno o una moto de gran cilindrada, o tener un revés cruzado imparable en la pista de tenis, o marcar goles de rabona, o torear cientos de toros sumisos, o gritar mediocres cancioncillas entre haces luminosos y nubes de humo para multitudes enfervorizadas, o hacer casas no siempre como Dios manda.

Es verdad que hay fenómenos muy difíciles de juzgar y controlar: ¿debía haberse evitado que Bill Gates por dominar los entresijos de los ordenadores se haya convertido en una de las primeras fortunas del mundo en poco tiempo? Y conste que probablemente es justo que se enriquezca quien ha hecho tanto por el progreso intelectual de la humanidad. Pero, ¿sin medida?

Desde luego no es admisible que una cantante, que ni siquiera canta especialmente bien, por mover el culo frenéticamente cantando, se haya enriquecido hasta el punto de que ahora al divorciarse se considere bien librada porque el despido de su marido solo le va a costar unos setenta millones de dólares.

En las leyes del libre mercado no hay ninguna que ponga tope a las ganancias sin freno de nadie. Para esta carencia no se ve en el horizonte remedio alguno.

Pero he aquí que al ponerse inyecciones de euros gubernamentales a los bancos ha empezado a pensarse arriba y abajo que las inyecciones han de ir acompañadas de la restricción de las dietas de los dirigentes bancarios. Y se ha visto muy mal que los de una entidad reflotada se hayan ido un fin de semana a un hotel de muchas estrellas a gastar por minuto lo que muchas familias no gastan en un año.

Pero he aquí que se quedan sin clientes, o los ven disminuir sensiblemente, los organizadores de monterías muy caras, los restauradores de muchos tenedores y listas de espera, los hoteles de suites reales a todo pasto...

Pero he aquí que empiezan a tentarse las ropas --sobre todo, los bolsillos-- los patrocinadores de bólidos de carreras, los de equipos de fútbol y baloncesto, los organizadores de macroconciertos...

Nada de esto es malo. Porque será muy sano socialmente que quienes están dentro o al borde del paro, que quienes no tienen para gastar con desmesura, pierdan la tentación de caer en ella y retiren su aplauso y boba admiración a los que se enriquecen sin medida y sin causa. Saquemos provecho de la crisis.

* Abogado y escritor www.rafaelmirjordano.com