La debilidad del Estado italiano para garantizar el derecho a la seguridad que asiste a los ciudadanos ha quedado de manifiesto con la decisión del escritor Roberto Saviano de exiliarse fuera del país ante el riesgo permanente que corre de ser víctima de una vendetta de la Camorra, la mafia napolitana que ha puesto al desnudo en el libro Gomorra . Saviano dejará su patria porque dispone de información suficiente como para temer que puede ser víctima de un ataque mafioso y porque el Gobierno es incapaz de darle garantías razonables de que su vida no corre peligro, como es su obligación. La situación resulta especialmente trágica y grotesca a un tiempo porque se desarrolla en un ambiente dominado por la demagogia y los aspavientos del Gobierno de Berlusconi , que ha sacado el Ejército a la calle para combatir una confusa mezcla de inmigración clandestina, población itinerante de procedencia diversa y crimen organizado que permite a los responsables de Interior enmascarar sus pulsiones xenófobas. Y es un triunfo de los camorristas, que junto a la Mafia siciliana y la N´Drangheta calabresa manipulan al Estado, minan sus estructuras y lo vacían de contenido. Una situación verdaderamente insólita en un sistema democrático, entre cuyas misiones ineludibles figuran la defensa de la libertad de expresión y el derecho a la información. Si Saviano no puede vivir en Italia, no queda más remedio que reconocer que la indecencia de los delincuentes se ha adueñado de la vida colectiva y los ciudadanos están sometidos a sus designios.