No sabían a quién darle las gracias por aquel hijo que tanto los quería. El muchacho se presentaba algunos fines de semana, daba muchos besos, sonreía siempre y se echaba sus buenas siestas. Tan guapo, tan bueno, tan agradable, pero tan despistadísimo, a ver, algún defectillo debía tener.

Pues vino el chico con su tarjeta de crédito, los carnés y unos euros en la cartera y, mira por dónde, la perdió. Allá fueron con él a la policía, al banco; no vaya a ser que alguien haga el agosto en octubre a costa de mi niño: una mañana de papeleo.

Al buen hijo le llegó la hora de irse, y cómo no, los papás, viéndolo en situación de extrema necesidad, le aportan unos euros para que el muchacho pueda hacer frente a los gastos más urgentes, mientras accede a su cuenta de trabajador de los mil euros. Como perdió la cartera, que era buenecita, la madre, que no quiere verlo echando mano de los billetes en un minirollito con gomilla como los gánsteres, le compra otra, a juego con la categoría de su buen hijo: se gastó algunos euros. Como llevan la vida que llevan y no tienen tiempo de guisarse nada, la madre le prepara un Kit de supervivencia: los taper de comida, latas, las chacinas...: limpieza de la despensa. Como es tan bueno, ya le tenían comprados un jersey y unas zapatillas, no vaya a ser que se resfríe.

Los padres sumaron, por hacer algo, el gasto del fin de semana y, aunque lo querían mucho, este fin de semana habían gastado más que si se hubieran ido a un hotel de lujo con spa incluido: cosas de padres antiguos.

* Profesora