La provincia de Córdoba presenta unos caracteres geográficos tan nítidos como variados. Su figura alargada de Norte a Sur le hace partícipe de cuatro grandes ámbitos comarcales: Los Pedroches, Sierra Morena, Campiña y Sierras Subbéticas. De ellos, Los Pedroches constituyen un ejemplo antológico de comarca natural, de los que es difícil encontrar una docena de casos en la geografía española.

El fundamento de tan acusada personalidad es la existencia del zócalo granítico --granodiorítico, en expresión más exacta-- sobre el que se asienta la comarca. Este arranca desde Extremadura y se prolonga hasta la provincia de Jaén, conformando el Norte de Córdoba y el armazón geológico de la misma. Su morfología, suavemente ondulada y sólo accidentada por lomas de gran radio de curvatura y amplias vaguadas, testimonian su condición de penillanura. Esta, no obstante, carece de horizontalidad, presentando una inclinación hacia el Oeste que coincide con la inclinación general de la Meseta española, la cual hace verter a la mayoría de nuestros grandes ríos hacia el Atlántico. Aunque una observación más de detalle nos hace ver que, en realidad, el plano inclinado de Los Pedroches está partido en dos escalones por el peldaño que marca la curva de 600 metros sobre el nivel del mar.

La mencionada e imaginaria línea transversal individualiza dos subcomarcas: la occidental, por debajo de la altitud expresada, que es la de mejor calidad agronómica, y la oriental, a mayor altitud y de peores suelos.

Sobre la subcomarca occidental se asentaron los señoríos de Santa Eufemia y de Belalcázar, cuya principal utilidad agraria fue la venta de yerbas a los rebaños trashumantes y cuyo módulo de explotación fueron las viejas dehesas señoriales. Sobre la subcomarca oriental se constituyó la comunidad de las Siete Villas de Los Pedroches, que fundamentaron su actividad en la explotación de sus bienes comunales, los cuales, tras la desamortización civil dieron origen a las dehesas nuevas.

Pero, con todo, el rasgo geográfico esencial de Los Pedroches es su condición de interfluvio, de divisoria de aguas entre las cuencas del Guadiana y del Guadalquivir, de domo convexo, de caballete de un tejado --valga la expresión-- que derrama el agua hacia el Norte y hacia el Sur.

Podemos decir que la comarca es, en consecuencia, exactamente lo contrario a un valle, pues a la misma no le cuadra ni la acepción de cuenca, por carecer de río y ser un interfluvio, ni la acepción de llanura entre montañas y alturas, pues las que la bordean son elevaciones ciertamente modestas.

Pese a tan concluyente caracterización geográfica, pese a las reiteradas alusiones históricas a Los Pedroches o pese a la sistemática rotulación de la cartografía antigua y moderna con tal topónimo, con frecuencia se alude a la comarca como ´Valle de los Pedroches´, lo cual constituye un notabilísimo yerro de la expresión popular que, también, tiene su fundamento.

En efecto, la denominación de Valle de los Pedroches surgió a mediados del siglo XIX, en un contexto literario de singular apreciación del paisaje. Pero la palabra valle, aplicada a Los Pedroches, representa una fantasía, una exacerbación de la verticalidad del paisaje --tan querida al romanticismo-- y una ensoñación literaria ajena e independiente a la geografía. La utilizaron poetas y escritores con profusión en el primer tercio del siglo XX (Porras Márquez , Gil Muñiz ,...) y otros la siguen utilizando en la actualidad. De ellos, con apreciación de marbete culto, pasó a la prensa, que la difundió sobremanera, pues el principal periódico de la comarca se titulaba, nada más y nada menos, El Cronista del Valle , editado en Pozoblanco entre 1910 y 1936.

Pero contemplada con cierta perspectiva, la denominación de Valle de los Pedroches para una tierra que sustantivamente son Los Pedroches no parece adecuada ni, hoy día, conveniente, porque desnaturaliza a la propia comarca, diluye la identidad de sus moradores como habitantes de un territorio tan singular y de sus vínculos ancestrales con el mismo, la debilita como espacio vivido, atenúa el sentimiento y la percepción del territorio comarcal como espacio colectivo, minimiza el valor de su nombre como marca y referente de origen de sus excelentes recursos naturales, etc. A la vez, utilizada por los nativos transmite una imagen engañosa de nuestra tierra y provoca una falsa percepción en los foráneos, quienes, luego, cuando la reutilizan evidencian un desconocimiento de la geografía que hiere a la propia comarca y a sus habitantes.

En consecuencia, estimamos que la expresión Valle de los Pedroches es desafortunada e inconveniente y, por ello, nos gustaría desde estas líneas contribuir a la minoración de su uso en una elemental concordancia entre la geografía y la cultura, si bien es cierto que con respecto a lo dicho puede pensarse como Funes --el personaje literario de Borges --, en lo convencional de los nombres y en que nada debe obligarnos a llamar las cosas con un nombre diferente al que queramos... Eso sí, --puede añadirse-- sabiendo qué significa lo que decimos.

* Catedrático de Geografía