La batalla electoral y la posterior crisis de liderazgo en el PP habían relegado a un segundo plano del debate las dificultades derivadas de un nuevo ciclo económico de vacas flacas. Ahora, las aguas vuelven a su cauce lógico y el debate político se centra en los aspectos que acucian a empresas, trabajadores y administraciones públicas. Así, la oposición forzó la comparecencia del presidente el Gobierno en el Congreso el 2 de julio para un pleno monográfico sobre la situación económica en un momento de constantes datos adversos. Los últimos fueron anunciados por responsables gubernamentales. El ministro de Trabajo, Corbacho , previó que la tasa de paro alcanzará el 11%; Solbes señaló que la economía no crecerá este año por encima del 2%, y que la inflación se mantendría en el 4%; el secretario de Estado de Hacienda, Ocaña , anunció que el superávit del Estado ha descendido un 80% en los primeros meses de este año, y, finalmente, el gobernador del Banco de España, Fernández Ordóñez , reclamó moderación en los salarios y en los beneficios empresariales. Todo ello conforma un panorama del que, aunque sea como consuelo, caben ser destacados varios elementos positivos. Primero, que el Gobierno sale de su atonía y se anima a comunicar las malas noticias a los ciudadanos. Segundo, que la oposición de los populares entra de lleno en la refriega. Y tercero, que ello contribuirá a que todos nos hagamos una idea cabal de hasta dónde llegará la riada de la crisis y cuándo empezaremos a remontar.