Palabra, que no se crean que es por envidia, o porque en el fondo, quisiera estar en ese círculo de privilegiados que manejan los euros como si fueran sansones de botellines de refrescos.

Me estoy refiriendo a cómo hablan, presupuestan y ajustan algunas personas particulares o entidades públicas operaciones mercantiles.

Los organismos del Estado, bien nacionales como regionales, es que asustan --por lo menos a mí-- me acojonan --por no decir otra cosa--.

Arreglar el puente de tal carretera, pues dos millones de euros.

Presupuesto para tal colegio, trescientos mil, subvención a la asociación de calvos de solemnidad, cincuenta mil euros a ingresar de inmediato más tres peluquines.

Y así podían irse enumerando conceptos a montones, que a mí me suponen sudoraciones, pensando que, a cuento de qué cantidad me corresponde en ese reparto a escote entre los ciudadanos de la autonomía de la que se está hablando.

Pero si estos conceptos y esas cifras son muy importantes no le van a la zaga los presupuestos de los particulares y la razón o justificación de los gastos.

No hace muchos días venía en una revista del mal llamado "Corazón" aunque también traen las llamadas crónicas de sociedad, verdadero cajón desastre donde todo cabe y nada sobra, la noticia de que habían comprado unos muebles en una exposición que se exhibe en Suiza.

El tal artista había recorrido de la mano del director la Feria.

La factura finalizó con el saldo de trescientos cincuenta mil euros.

La semana próxima --si no hay otra noticia que comentar--, les notificaré --muy resumido-- lo que ganan los protagonistas de los altos círculos del deporte, de la canción, por el capítulo de la publicidad y la imagen.

Publicista