A los golpes de estado contra los derechos humanos ahora los llaman eufemísticamente en Europa "directivas comunitarias". Como la de la aplicación de ese horario esclavista de la jornada de 65 horas semanales. Como la vergonzosa directiva de la inmigración. La vieja Europa, con un parlamento derechizado por la voluntad democrática de sus votantes, no es que haya perdido la razón de la que fue guía luminosa durante siglos, es que ha perdido definitivamente la vergüenza. Así que aquellos que siempre hemos soñado con la Europa de los ciudadanos tendremos que convivir con la vergüenza y el oprobio de la Europa de los neocón, diseñada a medio camino entre el fascismo a cara de perro de Berlusconi y el socialismo vergonzante de Celestino Corbacho . La amnesia de un continente a la deriva ha derivado en leyes tan parecidas a las de Bush que hoy me siento doblemente avergonzado de ser europeo y de considerarme socialista. A la espera de próximos naufragios me declaro ideológicamente deshauciado de mis principios éticos cuando un militante socialista, embajador en El Vaticano, solicita a todos los contribuyentes el beneficio de la cruz fiscal a favor de la Iglesia católica. Cuando en la vergonzosa directiva de la inmigración los diputados socialistas españoles, salvo Josep Borrell, Raimond Obiols y Martí Grau i Segú (que se abstuvo), votan lo mismo que los del Partido Popular Europeo, la Alianza Nazionale (fascista) de Gianfranco Fini , la Liga Norte (fascista) de Umberto Bossi y los famosos gemelos Kaczynski que gobiernan Polonia. A esa Europa de la razón, la ética, el derecho y la saludable duda intelectual le ha salido un sarpullido xenófobo que tal vez sea incurable. La vergonzosa directiva sobre inmigración no solo amputa derechos civiles elementales de las personas sino que nos llevará a tenebrosos espacios de excepcionalidad jurídica y policial. Por mucho que me digan desde un gobierno presuntamente socialista que esa directiva que permitirá la expulsión de inmigrantes y la deportación de menores no afecta a la legislación española, no me lo voy a creer. Los hechos son los hechos y, si en la próxima legislatura, este gobierno perdiera el poder, también habrá perdido el derecho moral de criticar cualquier futura política de inmigración de la derecha española en el caso de que ganara las próximas elecciones.

Esa norma sobre inmigración ha sido aprobada con el voto de los socialistas españoles, renunciando a los principios de su memoria histórica. El voto de los parlamentarios presuntamente socialistas de España es, además de vergonzoso, bastante vergonzante, ya que está guiado por el miedo a perder el favor de las clases medias y de una parte importante de la clase trabajadora que, desgraciadamente, ha perdido el rumbo de sus valores éticos ante el temor de la inmigración. Si esta es la Europa que se va a construir en el futuro, apaga y vámonos. Porque una cosa es que se deba regular el problema de la inmigración y otra, muy distinta, es que la racionalidad y el derecho dejen de ser las perspectivas de una Comunidad Europea construida sobre los principios fundamentales de las libertades y los derechos de las personas. La Europa de los ciudadanos ha entrado en coma. La Europa xenófoba, racista y retrógrada acaba de nacer.

Los estados de opinión de los votantes europeos han podido más que los principios éticos. Curiosamente, en la calle y en internet, a la gente solo le preocupa, al parecer, esa frivolidad del canon digital.

* Poeta