Allí estaba la Patria, y eso que muchos andan buscándola y no la encuentran. Fue en Cerro Muriano el pasado domingo, donde un buen puñado de civiles de toda edad, sexo y condición juramos o prometimos guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, con lealtad al Rey y, si preciso fuera, entregar la vida en defensa de España. Todo ello al amparo del artículo 30 de la Constitución. Y estaba allí España porque los presentes queríamos verla allí, como por supuesto la vemos a diario igualmente en las calles y en los tajos, en los centros educativos y sanitarios, en los ateneos del intelecto y en el fondo de la tierra, sobre los mares y surcando el cielo, en la obra y en la vida. Allí estaba la Patria porque vimos cómo el dinero del contribuyente se emplea, y bien, en formar soldados, jefes y oficiales que llevan con dignidad y orgullo lo mejor que sabe hacer España, darse, regalarse en donde se la requiera. Sí, estaba allí España porque los presentes la veíamos, la palpábamos en las alocuciones que los mandos militares dirigieron a la concurrencia, sílabas sentidas de constitucionalismo, de comunión entre civiles y ciudadanos armados, de respeto a la diferencia y de bienvenida a todos cualquiera que fuese el mobiliario de sus sentimientos. Allí nos emocionamos con el homenaje a los caídos --todavía tan recientes los últimos-- de toda época e ideal, arropados ya por fin por la mejor Constitución que nunca tuvimos. Y también disfrutamos con el sabor de la Historia y la conmemoración de 1808. Allí todos juntos, el domingo, tuvimos el honor de jurar o prometer. Allí, frente a la Fiel Infantería.

* Profesor