A las mismas puertas del verano, vivimos días de balances y finales de curso en todos los niveles educativos, pero entre ellos me llama especialmente la atención el de la Cátedra Intergeneracional, por lo que supone para nuestros mayores de incentivo intelectual (y también ético y estético, porque pocas cosas hay más tristes que una jubilación perdida y sin alicientes). Desde hace diez años, celebrados recientemente con un amplio programa de actos, los estudios que dirige la profesora María José Porro Herrera a su estilo, es decir, con delicada sensibilidad y mano firme, han proporcionado a otras tantas hornadas de alumnos cordobeses en la segunda mitad de la vida la certeza de que ésta puede ser tan fructífera como la primera. Y eso, en una sociedad desmotivada y que, si no dan un vuelco las corrientes demográficas, tira inexorablemente para vieja, es un regalo impagable.

Así lo ha reconocido el Foro de Consejos Sociales de las Universidades Públicas Andaluzas al otorgarle el Premio a las Aulas Universitarias de Formación Abierta para Mayores, en reconocimiento "a sus valores de espacio de formación, participación, encuentro y convivencia". Y así lo perciben los estudiantes, que han pasado de 70 en el primer curso a los 1.100 del que el martes se clausuró en Puente Genil, en una ceremonia que agrupaba también las sedes de Priego, Lucena y Cabra --coordinadas por José Cosano --. En la capital, las clases se darán oficialmente por concluidas la próxima semana, mientras se estudia crear un instituto andaluz interuniversitario en red que abrirá nuevos horizontes a una enseñanza donde saberes y felicidad van de la mano. Porque si importante es recuperar el tiempo perdido, más lo es aún refrescar la autoestima personal.