Valderas prometió ayer 290.000 casas en Andalucía. Sin saberlo, el líder andaluz de IU, y sumándose a la moda política que nos invade -la del puedo prometer y prometo-, señalaba al periodismo de moda: el del palustre (palaustre en mi pueblo) ilustrado con realidad virtual. La información periodística debe ser un espejo de la vida. Por lo que se deduce que tenemos que vivir en un país próspero. Las campañas electorales de hace 30 años hablaban de libertad, amnistía, autonomía, consenso o revolución. España, entonces, era un alumbramiento sin partera titular y con muchas manos voluntariosas deseosas de extraer la criatura sin traumatismos. Como era un empeño colectivo, que ansiaba sacudirse el polvo de un régimen sepia y entristecido de las zapatillas, la calle desprendía ese estimulante olor a ilusión por el porvenir. La información periodística puso énfasis en los mentideros políticos y en las páginas de laboral, en las que se cocía la lucha por un tiempo de más justicia en el que las huelgas eran titular día sí, día también. Teníamos los estómagos vacíos, tanto de libertad como de proteínas. Treinta años después, con televisores de plasma o de LCD, TDT y doscientos mil inventos cargados de jigas, que no hacen sino distraernos, con los mentideros políticos faltos de atractivo --por haberse convertido internamente en democracias orgánicas con designación de sucesores a dedo-- qué van a reflejar los periódicos sino ese entretenimiento futurista de si el tranvía acabó con el romanticismo del bus o si lo del Palacio del Sur es el resultado del sueño de una noche de verano. Si antes fue la revolución, ahora es el urbanismo pendiente lo que llena las páginas de los periódicos. Y los mítines de los políticos. Debe ser que ya somos ricos y algo ociosos.