Los tiempos cambian en apariencia, pero su esencia es la misma desde la prehistoria. ¿Quién se iba a imaginar que un presidente de Andalucía, la región que exportaba hasta hace nada braceros, gastarbeiter o una modalidad de inmigración blanda, estuviese tan pendiente de las elecciones norteamericanas como para declarar en público su pasión por el candidato republicano? Debe ser por la mundialización, lo global, la era de los SMS, del Mobile World Congress lo del flechazo entre Chaves (lo clásico) y Obama (el aire nuevo y fresco). ¿Quién se iba a imaginar en aquellos tiempos del No-Do de Matías Prats , cuando Franco inauguraba pantanos previendo la sequía y a la dictadura se le llamaba democracia orgánica, que Zapatero y Rajoy , dos candidatos a presidentes de Gobierno, se iban a enzarzar en una pelea por el lugar donde discutir sus programa electorales? ¿Quién iba a pensar en aquellos tiempos de machismo legal, de mujer con velo y manga larga, que en 2008 más del 58 por ciento del personal de la Administración andaluza fueran mujeres? ¿Quién iba a pensar que un presidente del Gobierno de España se reuniera con el nuncio del Vaticano y en vez de comulgar bajo palio degustaran delicias de calabacín y alcachofas, lomo de merluza, una tabla de quesos, mousse de lima con gelatina y vino de la Ribera del Duero? Sin embargo, al final todas estas interrogantes parecen pura apariencia. El amor (ayer fue San Valentín ) sigue quemando los corazones; la muerte (ayer fui a enterrar a Teófilo , el padre de un amigo) es una reiteración inevitable; y las rogativas, la única fórmula de los creyentes cristianos para atraer la lluvia desde tiempos inmemoriales. El obispo, Juan José Asenjó , recomendó ayer rezar contra la "persistente sequía".