Es difícil explicar la extraña sensación que me invadió, el segundo día de estar aquí, en los Estados Unidos, cuando vi la cara de don Juan Carlos , nuestro Rey, presidiendo el telediario de la CNN bajo el rótulo "Why don´t you shut up?" (que viene a significar: "¿por qué no te callas?"). Por supuesto, sabía a qué venían titular y noticia; hacían referencia al reciente rifirrafe que habían tenido nuestro monarca y el primer mandatario venezolano en la cumbre hispanoamericana. Pero el llamativo titular de la televisión norteamericana era relativo, en realidad, a otra noticia relacionada con esa, y no era otra que la de que la frase de marras, ¿por qué no te callas?, convertida en politono para móviles, había sido descargada... un millón y medio de veces en todo el mundo. Una especie de Macarena del politono, supongo. España es así, señora. Tiene eso: se guarda pocos golpes, pero los que da, los reparte universalmente. Lo mismo Fernando Alonso o Nadal que Los del Río , su majestad o el pueblo asturiano que recreaba la caravana de mujeres. La verdad es que me reí a gusto escuchando la voz digitalizada, montada a ritmo de bakalao discotequero, de nuestro monarca. La gente de alrededor me miraba como si estuviera loco, pero estoy acostumbrado, incluso desde antes de venir.

Nuevo México, el Estado en el que ahora vivo, es una mezcla de Andalucía y el desierto de los Monegros. El clima es muy parecido al de Córdoba, aunque mientras escribo estas palabras caen copos de nieve en el backyard o jardín trasero (pero recuerden que el año pasado nevó desde el Guadalquivir hasta Trasierra). Un poco más radical, más frío en invierno y quizá más caluroso en algunas horas del día en verano, el clima nuevo mexicano es una especie de Andalucía mosaico, como si coges las noches de Sierra Nevada y el verano de la carretera entre Palma del Río y Ecija, la zona más calurosa de Europa. Las remembranzas andaluzas no acaban ahí; muchas líneas de diseño de casas bajas e interiores tienen un aire entre mexicano y español antiguo que no es difícil encontrar en nuestra región. También hay multitud de calles, avenidas y nomenclaturas españolas, fruto de la densa herencia hispana que tiene esta región; no en vano en estas tierras se habla español desde 1540, nada menos, y la ciudad de Santa Fe, que está a una hora y media de aquí, se fundó en 1607, y lleva habitada ininterrumpidamente la friolera de 400 años, con muchos descendientes directos de los españoles que la fundaron. ¿Cuántas ciudades españolas no habrán sido fundadas mucho después, incluso siglos después que Santa Fe? Allí está la iglesia más antigua de Norteamérica, y lo español se festeja tan o más profundamente que lo yanqui.

Desde esta Andalucía paralela y lejana les enviaré de vez en cuando mis crónicas, que intentarán tender puentes entre ambas culturas, entre ambos espacios, con tantas cosas en común, y que mantendrán el hilo --antes postal, ahora digital-- que siempre me ha unido a este periódico, y que no quiero perder, porque para algunas cosas no hay distancia. Para las importantes.

Abrazos desde la Córdoba del Imperio.

* Escritor