Con cierta frecuencia se pretende crear una corriente de opinión presionando para que la Catedral de Córdoba se utilice como lugar de culto musulmán. Se suelen invocar razones de tolerancia, de multiculturalidad, a veces de "demanda social", o en ocasiones un cierto victimismo que, más o menos explícitamente, pide que se devuelva el edificio al "primitivo culto" del que fue despojado por los cristianos, o que se comparta el uso. El hecho de que la catedral esté asentada sobre la antigua mezquita se presenta para justificar la pretensión.

Puestos a invocar el culto anterior, antes estuvo allí la basílica cristiana de San Vicente y sobre ella, reutilizando en parte sus materiales labrados, se edificó posteriormente la mezquita omeya. Es cierto que la actual catedral antes era la mezquita mayor de Córdoba, pero no podemos pasar por alto el peso de la historia (¡ah, la memoria histórica!): la realidad de que hace ya más de 750 años que el edificio es un templo consagrado al culto cristiano, con las modificaciones artísticas --fruto precisamente de la historia-- que han enriquecido el monumento, dándole el singular carácter que tiene; el rico patrimonio que la define quedaría mutilado si se eliminase el aporte que ha traído el uso como templo cristiano. En otras palabras, ahora es un templo cristiano: nuestra catedral; como Santa Sofía de Constantinopla que, tras el saqueo de la ciudad, fue convertida en mezquita (y ahora es museo). La historia es así. Es muy respetable el deseo de la comunidad islámica de Córdoba de tener un lugar de culto digno; pero no considero adecuada la pretensión de utilizar para ello la Catedral, como no sería lógico pretender celebrar la liturgia cristiana en una mezquita. No sé qué acogida tendría una pretensión semejante por parte de la comunidad cristiana local en Túnez, Libia, Arabia Saudita o Irán, pero pienso que les dirían que eligiesen otro lugar- y no estoy seguro de que contasen con mucha ayuda para ello.

Antonio Luis García-Atance Huete

Fernán Núñez