¿Cómo será este siglo y cuales serán los hechos que lo marcarán de manera singular y definitiva? Es una pregunta que se hace con frecuencia y las respuestas son muy variadas. Unos dicen que será el siglo del extranjero, los traslados de enormes masas de hombres y mujeres hacia geografías muy distintas a las suyas de origen, generarán nuevas costumbres y formulaciones culturales diversas. Vamos hacia formas variadas de mestizaje. Otros piensan que entramos en el siglo de la mujer. ¿Qué significa esto? Significa que la mujer se incorporará a la historia para ser la coprotagonista junto al hombre y no limitarse a continuar siendo un personaje secundario adulado en ocasiones y maltratado en otras. La historia se ha desarrollado en masculino, como máximo la mujer era el césped donde el hombre reposaba. La capacidad de violencia ha legitimado el poder a lo largo de los siglos y los grandes actores de la violencia y sus guerras eran hombres. La mayoría de las monarquías reinantes hunden sus raíces en lejanos combates victoriosos.

Lo sorprendente para mí es que en las reflexiones y análisis realizados por algunos de los grandes filósofos, encontramos posiciones en las que se coloca a la mujer en el papel de un suave y a veces exquisito adorno. Adornos nada más. Hace unos meses buscando libros olvidados en mi biblioteca, encontré una antigua edición francesa, Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y de lo sublime de Manuel Kant. Empecé a leerlo, en parte como homenaje al bicentenario de su muerte que se celebra este año. Kant es una de las cimas más altas de la filosofía y el padre del pensamiento moderno. No se trata de uno de esos misóginos contaminados por místicas espiritualistas que consideran el cuerpo de las mujeres como fuegos malvados siempre propicios a calentar los bajos instintos de los hombres. Kant, teóricamente, es el arquetipo de lo racional. Pero en el libro de Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y de lo sublime escribe que el cerebro de la mujer está programado para el sentimiento más fino. A los hombres les deja la comprensión profunda de las especulaciones abstratas o las ramas del conocimiento que son útiles, pero áridas. Kant va más lejos y considera que si una mujer, en su atrevimiento, se embarcase en una fatigosa reflexión y llegara muy lejos en las especulaciones filosóficas, esa mujer ganaría conocimientos, pero perdería las bellas y sublimes peculiaridades de su sexo, se le reblandecerían los encantos con los que ejerce un fuerte imperio --Kant utiliza la palabra imperio y no dominio-- sobre el sexo opuesto. En una palabra, el filósofo alemán sostiene que una gran formación le resta a la mujer su capacidad de seducir. Formula la separación entre razón y belleza. Lo femenino es la belleza, lo masculino es lo sublime. La marcha de las mujeres hacia la igualdad y hacia una historia que combine lo masculino y lo femenino entrelazados sin distinciones de superioridad es una marcha dura y trabajosa.

La verdad es que se han dado importantes pasos por los caminos de la igualdad. Tenemos presencias vistosas que se reflejan en las fotografías del Consejo de Ministros, en donde están equilibrados los ministros con las ministras. Si estuviera vivo le preguntaría a mi viejo amigo Fernando Lázaro Carreter: ¿A la vista de la composición, cómo debemos decir, Consejo de Ministros, o Consejo de Ministras o consideras que se debe inventar una palabra que se ajuste a la realidad?

El que haya mujeres en los diversos sectores de la administración pública debe constituir un estímulo y un ejemplo para fomentar la presencia femenina en todos los sectores y funciones de lo que llamamos sociedad civil. El hecho de que haya más universitarias que universitarios es un motivo de esperanza. Es la base para construir una sociedad donde hombres y mujeres sumen las dos sensibilidades para que la historia no tenga sólo una carga masculina, como tampoco los actuales desafíos de las mujeres deben ser para elaborar una historia en femenino. Los monocultivos son siempre malos y pueden ser perversos, ahí está Bush con su unilateralismo.

Hoy no escribo de la tremenda tragedia que constituye la violencia contra las mujeres. Es el precio terrible que algunas pagan en la lucha concreta por la liberación.