Hace algunos meses acudí a Bodegas ´Toro Albalá´ para proponerle a su presidente, don Antonio Sánchez la posibilidad de hacerle un publirreportaje en la revista que dirijo. Pensé precisamente en esta bodega por tener conocimiento de sus buenos caldos y especial sensibilidad por la cultura.

En el estudio del enfoque que deberíamos hacerle me comentó que, además de hablar de sus vinos, tendríamos que hacer una referencia a su museo en nuestra publicación. Noté su orgullo al hablar de la colección, que me comentó haber heredado de su familia, y charlamos un rato sobre la misma, que me dijo estar destinada para que todos pudieran disfrutarla: ¡curiosa forma de ser un museo clandestino!, ¡pero si se lo enseña a todo el mundo!

Ignoro el origen de toda y cada una de las piezas de lo que dice el prestigioso bodeguero ser una herencia familiar, pero sí sé que existen muchas personas que callan con celo y ocultan a todo el mundo piezas que forman parte de nuestra historia colectiva para sólo poder ser vistas por sus egoístas ojos, en muchos casos fuera de nuestras fronteras.

Sin embargo Antonio Sánchez ha deseado, de buena fe y con cariño, ponerlas a vista de todos en su museo. Con esta carta no quiero legitimar ningún tipo de actuación --que no sabemos si ha llegado o no a producirse-- sólo comento mi experiencia con don Antonio tal y como fue.

Por último sólo quiero decir que, gracias a Dios, en este país existe la presunción de inocencia, pero a la vez también, desgraciadamente, hay un inquisidor dentro de muchos españoles, deseoso de encontrar un cabeza de turco para ponerle el sambenito sin pararse previamente a esperar que las cosas terminen de aclararse y sin respetar el honor ni la dignidad de nadie.

RAFAEL DE AGUILAR POYATOS