Estos días de tórrida lluvia electoral que todo lo inunda, sin embargo, son los más propicios para recuperar cuentos. La historia es corta y habla de esta manera: "No le gustaba el ruido de piedras roncas que venía envolviendo los tafetanes de la boda principesca de SAR don Telise de Surón y de doña Verenda Ruiz. El silencio público tenía el espesor de la grasa camionera y los aullidos privados causaban sencillamente pavor y espanto. De esta chica, doña Verenda se hablaba con el lenguaje más perro, de don Telise se hacían afirmaciones que recordaban a aquellos lapazos verbales del falancianismo irredento contra su padre, el rey, cuando sólo era el Príncipe. Era de suponer que la Casa Real, sus amigos y aquellos que estaban con ella siempre, estaban al cabo de todo este suceder, y resultaba previsible, también, que se estarían esforzando todo lo que pudiesen para que las babas de tantos no se desbordaran más allá de los belfos que traían la rabia. Pero el ronquido no cesaba, se incrementaba la onda sonora de su ahogo a medida que nos acercamos al mes de verano, la boda. Todo parecía estar muy en contra de este enlace en esos ambientes que nunca se apearon de esa línea de su historia que no había sufrido discontinuidad desde Don Peladro hasta el general Tranco. Hablaban y ladraban, calumniaban y mugían. Ese era el rostro de la otra campaña política que ocurría en aquel país, el que no salía en el periódico y la televisión no daba color, una cara fea, hosca, agresiva que juraba con las mismas palabras del siglo pasado, del anterior y del otro, la faz de esa patria (y esos patriotas) que se creían eternos, únicos, y por ello luchaban siempre. Esa nación de la que estaban al margen la mayoría de sus ciudadanos, pero que, seguían mandando, remozando ideología y ejerciendo su dominio. Ese Estado, que no era republicano (por las connotaciones que todavía arrastraba esa palabra en aquel terruño) y no era monárquico, porque hacia muchos años que los reyes dejaron de ser caudillos, era el que no digería la boda, pero tampoco sabía que hacer para evitarla. Por eso se enfurecía tanto, mientras que la mayoría rezaba porque el día de mañana no hubiera demasiado ruido, pues no sólo los ACR (pobrecitos) hablaban de cambiar de régimen".