Ahondar en el terreno por el que transitaba el artículo anterior --el balance de los últimos avatares del Ejército español-- sería adelantar el trabajo de los historiadores. Más oportuno se ofrece a nuestro fin recordar la muy distinta trayectoria recorrida por otros ejércitos europeos a la hora de su inesquivable adaptación a las sociedades contemporáneas. En Portugal, "la revolución de los claveles" no se decantó en unas fuerzas armadas de corte tercermundista ni en remedo alguno de las huestes de caudillos de fortuna. Un gaullista de estricta observancia --más sin duda verbal que "actual"-- como Jacques Chirac asumió ha ya unos años la tara de la "reconversión" castrense. Hasta el momento, la delicada operación transcurre con regulada pauta Decoro, tradiciones e intereses han encontrado un punto de fusión mínimo aunque suficiente para mantener la necesaria "química" entre la nación y su Ejército. De su lado, Italia no constituye una excepción en el camino hacia un nuevo e insoslayable horizonte para sus fuerzas militares. Incluso Rusia, que fuera el país europeo más desprovisto de recursos para sus ejércitos durante el periodio yelsiniano, preservó su identidad militar --intrangibilidad crítica de la "Gran Guerra Patria", memoria idolatrada de los grandes mariscales del XVIII y XIX, culto al soldado ruso...- hasta llegar a la etapa de Vladimir Putin , en la que la simbología militar vuelve a ser el factor cohesionador por excelencia de un Estado invertebrado y, por ende, con fuerte pulsiones territoriales. De su lado, el pueblo más pacifista en la última singladura del viejo continente, el alemán, semeja retornar al escenario castrense, con unas fuerzas armadas cada vez atendidas y respetadas por las políticas, incluidas las integradas en la poderosa coalición de los Verdes, en la que su líder --el gobernante germano con mejor prensa dentro y fuera del país y militantes destacado del seísmo del 68--, no recata su inclinación por el mote clásico: Si vis pacem, para bellum ,... Finalmente, otra potencia mundial de primer orden, Japón parece igualmente haber hecho las paces con Marte, poniendo fin, bajo el mandato de otro político carismático, a un antimilitarismo erigido en eje de su política a lo largo de todo el periodo ulterior a 1945.

Películas de multitudinaria audiencia El Señor de los anillos , El último samurai , etc.--, narraciones y relatos de no menor impacto, series televisivas de codiciado share, rutas turísticas por toda suerte de lugares bélicos, revelan sin duda un renacer de los gustos y hobbies de la sociedad de consumo por todo lo concerniente al mundo de la guerra. Numerosos analistas creen ver en ello un humus abonado para la vuelta de una cultura bélica y hasta incluso un terreno propicio a la reaparición de los movimientos fascistas. El diagnóstico puede ser certero; pero aún es prematuro otorgarle marbetes de garantía. Al propio tiempo, también sería posible interpretar un fenómeno, desde luego,en crecida incontenible, como un episodio más de la mercadotecnia imperante en una economía globalizada; sin excluir asimismo que responda, en sus causas profundas, al deseo de unas colectividades que, perdidas en un commopolitismo inane, busquen desesperadamente un mínimo de afirmación nacional que, como todas, se forjara en la lucha de agresión o en el combate defensivo.

¿Va España a redropelo? No obstante cifras y números de valor estadístico semiabsoluto o concluyente, quizás sería algo aventurado el afirmarlo. No es tal vez descartable que la ola del presente coexista o no ahogue por completo las vigencias y mentalidades operantes en un tramo muy extenso de nuestra andadura como pueblo. Tampoco cabe orillar enteramente la hipótesis o eventualidad de una tardía incorporación a la tendencia general, según tantas veces ocurriera en el pasado español. La historia se sonríe de la impaciencia -en múltiples ocasiones, la autosuficiencia-- de las generaciones actuales por conocer el final de los procesos de los que son actores rara vez definitivos o exclusivos. Al tiempo lo que es del tiempo.

El del estricto hoy no puede ser, en el campo aquí acotado, más dolinte. Ministros caricaturas de sus predecesores de cualquier filiación y bandera, subasta de espejismos, clisés ajados, rancios estereotipos, desconocimiento universal de ayeres y raíces, imantanción mediática, moral a la baja... ¡Pobre Ejército Español! Sobrevenida la decadencia --transitoria o definitiva-- la dignidad es asignatura obligatoria.