Andan las universidades revueltas con el proceso de habilitación de profesores para acceder a las cátedras. Ahora, tras la entrada en vigor de la nueva ley de universidades, también conocida como LOU, se supone que el proceso de selección será más objetivo, y dicha objetividad implica, evidentemente, un riesgo altísimo para el candidato "oficial", el de casa, ese cuya cátedra potencial se pone en juego, vamos. Hasta hace unos meses, conseguir una cátedra se había vuelto una empresa relativamente fácil, teniendo en cuenta que dos de los cinco miembros del tribunal eran elegidos por el propio candidato de casa; de ahí que la población de catedráticos haya florecido hasta el extremo de que en algunos departamentos su número exceda al de profesores interinos o contratados. Ahora, los siete miembros de dicho tribunal se eligen por sorteo entre catedráticos de toda España y, claro, la probabilidad de que el tribunal esté configurado por un grupo de amigos es mucho menor, si bien esta circunstancia no es del todo imposible; de hecho hay quien cree que el nuevo sistema acabará igual de viciado que el anterior, porque predominará el amiguismo como la variable fundamental de todo el proceso.

No es mi intención poner en duda los méritos de los catedráticos, Dios me libre; y no es que piense que para llegar a ser catedrático sea menester convertirse en Dios. Aunque, de hecho, el mismísimo Dios lo tendría difícil tal como se están poniendo las cosas, si es que la habilitación funciona con la objetividad que a priori se le supone.

Ahí van unas cuantas razones objetivas por las que Dios aún no tiene una cátedra y probablemente jamás conseguiría habilitarse para catedrático de universidad:

1. Sólo tiene una obra publicada.

2. Y para colmo esa obra no está en inglés, la lengua franca de la comunidad científica, sino en hebreo.

3. Además, su única obra carece de referencias.

4. Y tampoco fue publicada por una editorial de renombre.

5. Hay quien incluso duda de que la escribiera él mismo.

6. Puede que en su día crease el mundo, por lo cual sería merecedor no ya de una cátedra sino del premio Nobel; pero ¿qué ha hecho desde entonces?

7. Su capacidad para el trabajo en equipo ha demostrado ser bastante limitada.

8. Por mucho que lo intenta, desde los años de Bacon y compañía, la comunidad científica todavía no ha podido replicar sus resultados.

9. Se pasó por alto los mínimos principios éticos al acceder a usar humanos como objeto de sus experimentos.

10. Cuando un experimento le salió mal, intentó ocultarlo todo ahogando a los sujetos.

11. Si los sujetos no se comportan como predijo, los castiga o sencillamente los elimina de la muestra.

12. Raramente viene a dar clase; como mucho les dice a los estudiantes que lean "El Libro".

13. Envió a su hijo a que les sustituya, y éste ha estado impartiendo lecciones en su nombre.

14. Se deshizo de sus dos primeros discípulos con la excusa de que estaban aprendiendo demasiado y podían llegar a superarlo.

15. Aunque sólo pone diez cuestiones, y siempre las mismas, la mayoría de los estudiantes suspenden sus exámenes.

16. Su horario de despacho y tutorías es infrecuente, y por lo general cita a sus discípulos en la cima de una montaña.

En fin, que si Dios no es catedrático, no es necesario --es posible que tampoco sea conveniente-- que lo seamos muchos de nosotros.