Acaso el primer obstáculo que asalte a los futuros estudiosos de la etapa de la política española en trance de concluir sea el de su denominación. Tema nunca fácil el de rotular los capítulos principales de la evolución de las diferentes manifestaciones de la historia de un pueblo, la adjetivación de los tractos esenciales de su trayectoria política presenta a menudo, como se decía, una especial dificultad. Así el marbete o clasificación de la primera dictadura española del siglo como "primorriverato" semeja entrañar, de entrada, una simulada descalificación, como sucediera poco antes en Méjico al etiquetar el largo mando autoritario del sucesor de Benito Juárez como "el porfiriato". Tal vez encasillamientos así convengan sólo a los períodos dictatoriales o autoritarios, sin que los democráticos puedan conocerse, historiográficamente, con dicha adjetivación. En la reciente historia de nuestro país no cuajaron, por ejemplo, los intentos --de sólito, a cargo de sus críticos-- de rotular como "Felipato" a la extensa fase de gobierno rectorada por el abogado sevillano.

La pilotada por su colega de profesión y adversario político José María Aznar ha querido también por algunas plumas --con frecuencia, denostadoras o malquistadas con su regimiento-- denominarse como"aznarato". Incluso a falta de otra mejor, no es probable que se afiance. Pese a que con ella se alinearía su gobierno, como acaba de recordarse, en el surco de una cierta tradición nacional y hasta iberoamericana y a que se acomodaría en alguna medida al talante un si no es autoritario y castrense que amigos y enemigos atribuyen --los primeros, de ocultis...-- al líder del Partido Popular, resulta algo muy remoto que los ocho años de su presidencia sean calificados en los futuros libros de la enseñanza media y superior con un vocablo que encierra un innegable matiz peyorativo.

Con ello, claro, estamos muy lejos de adelantar ningún juicio de valor, que se emitirá a su debido tiempo, pese a que el oficio de historiador se halle muy lejos del de juez o fiscal, sino que únicamente se manifiesta una opinión contraria a aproximarse a su figura y obra con previa hipoteca denigratoria o unilateral. Reiterando lo susomentado en torno a la trascendencia de los marbetes historiagráficos, el articulista se engolfará un poco a redropelo en un panorama de urgencia de algunos de los rasgos dominantes en la etapa política próxima a entrar en la jurisdicción de Clío. Pero aún traspasada a ésta, serán necesarios muchos años --al menos, el espacio temporal de dos generaciones: treinta años-- antes de que los servidores de la adusta musa puedan acometer con cierto desembarazo y rigor la descripción puntual y crítica de un período analítica e investigadoramente muy sugestivo. Tras la primera experiencia gobernante del socialismo --en la Segunda República sólo formó parte de gabinetes de coalición, aunque durante la guerra dos de sus miembros figurasen al frente de dichas formaciones: Largo Caballero y Negrín--, la derecha democrática se estrenó igualmente en el poder. Bien que el cronista haya terciado in extenso y en un marco especializado en la híspida polémica acerca de la naturaleza democrática o no de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) a favor del primer supuesto, no cabe duda que un conservadurismo español por entero libre de ataduras y proclividades más o menos reaccionarias o autoritarias se bautiza en nuestros anales en el instante en que el PP alcanza el poder en marzo de 1996. Acaudilladas en 1982 y 1996 la izquierda y la derecha, según una calificación que el tiempo no desdora a causa sobre todo del talento propagandístico de la primera, por jóvenes timoneles bien avenidos con los modelos y pautas de su época, será todo un ciclo histórico el que parezca inaugurarse con su asunción de las responsabilidades supremas. Aun bien tapados los oídos y mejor atado al mástil de su oficio --jamás avecindado en la mediáticamente llamada (¡horresco referens!) "historia viva, actual o del tiempo presente"--, la tarea de abocetar sus lineamientos se ofrece tentadora para el aprendiz de historiador. Habiéndola acometido ya in diebus illis en esta misma tribuna para la andadura gobernante del PSOE, será ahora la ocasión de repetirla con la de su antagonista, en la etapa, bien se entiende, en la que José María Aznar ocupase La Moncloa...

() (Desde hoy y por espacio de cinco jueves más el historiador Cuenca Toribio analizará la etapa política del presidente Aznar).