Antes de que el deporte, sobre todo el fútbol, fuese un negocio, existía la figura del amateur, la de quien lo practicaba por mera satisfacción personal. De mis recuerdos infantiles, entre los más gratos se encuentran largos e interminables partidos de fútbol, también otros reglamentarios, con equipo oficial, como aquel que formamos de infantiles y que en toda su trayectoria sólo perdió un partido: el de la final provincial. También entonces teníamos nuestras servidumbres, así que usábamos el nombre de una marca de electrodomésticos, pues había pagado la equipación, aunque para mi satisfacción era completamente blanca. De uno de aquellos partidos conservo una fotografía tomada el 19 de marzo de 1969, jugábamos contra el Ciudad Jardín de Córdoba y ganamos por tres a uno. Para entonces ya había pasado bastante tiempo desde que los españoles comenzaran a interesarse por los deportes, tanto en su condición de practicantes como en la de espectadores.

Quienes hayan leído prensa de comienzos del siglo XX recordarán que en esas fechas, cuando llegaba a España la influencia del deporte, resultaba frecuente reproducir las palabras de ese mundo en su lengua originaria, que de manera mayoritaria era el inglés. La palabra sportsman --deportista-- significaba algo más que alguien que practicaba alguna especialidad deportiva, tenía que ver con una forma de ser, con un modo de enfrentarse a su época. Algunos españoles de los años 20 y 30 fueron los primeros en interesarse por la práctica del deporte; recuerdo en una ocasión cómo Manuel Tuñón de Lara manifestaba su pasión por el baloncesto en su época de estudiante universitario, y unos años después, en uno de los volúmenes que recogen su trayectoria intelectual y biográfica, encontré una fotografía de 1931 en la cual aparece junto a otros cuatro compañeros de equipo, y que él mismo comenta con estas palabras: "Mi obsesión era el deporte. Practicando el atletismo me rompí un tobillo. Llegamos a hacer natación en la piscina rompiendo el hielo para nadar 20 metros, cosas de los 15 años. En la foto tengo 16, era el equipo del Madrid (entonces sin Real)... En Madrid uno de los introductores del basket fue un tal Cabrera, hijo de un obispo anglicano".

Los vínculos entre aquellas generaciones y el mundo del deporte tuvieron su efecto en el ámbito de la literatura. Una prueba fehaciente la tenemos en el libro titulado La Generación del 27. Una generación deportiva , donde José Antonio Mesa Toré y Alfonso Sánchez han recopilado un conjunto de poemas relacionados con el deporte, puesto que, como destacan en su "Prólogo", aquellos jóvenes se enamoraron de todos los deportes de su época: "Ellos nacieron respetémoslos, sí con el cine; pero el jazz , el dancing , la pasión por los automóviles, el afán por los viajes y la práctica de los deportes serían también algunas de las constantes de la modernidad que reflejan sus trayectorias vitales y sus obras respectivas". El libro, además, tiene la elegancia de haber sido compuesto "con caracteres Bodonis y Elzevirianos", según reza en el Colofón. Los autores seleccionados son: Pérez Ferrero, R. Buendía, Collantes de Terán, Villalón, Hinojosa, J. Sierra, González-Ruano, Souvirón, Alberti, Guillén, Concha Méndez, Moreno Villa, Aleixandre, Larrea, G. Diego, M. Hernández, Muñoz Rojas, Iglesias Felipe, Díez-Canedo, Marqueríe, Amado Blanco e I. Agustí. Por mera identificación con el contenido, me quedo con uno de los poemas de Gerardo Diego, "El balón de fútbol", que comienza y termina con el mismo verso: "Tener un balón, Dios mío", y que en uno de sus fragmentos describe cómo eran, también yo así los recuerdo, los partidos de fútbol: "Somos siete contra siete./ Un portero y un defensa,/ dos medios, tres delanteros:/ eso se llama la uve./ Y a jugar. Vale la carga./ Pero no la zancadilla./ Yo miedo nunca lo tuve./ (Una brecha en la espinilla)". El libro es el primer número de una colección titulada La sombra del barco y ha sido editado por el Centro Cultural de la Generación del 27 de Málaga.