No quedan aún muy lejanos aquellos años de la infancia, casi tocando la pubertad, donde todo joven cordobés tenía que tomar posición ante el mundo de los adultos haciéndose de un equipo de fútbol. Por aquella época todos éramos del Córdoba por la sencilla razón de haber nacido en Córdoba, aunque sólo los forofos del fútbol sabían algo de sus derroteros allí por los aledaños de la segunda B, en el infierno de los infiernos y en el horror de los horrores. Por esta razón nos veíamos obligados a elegir a uno de los grandes equipos de primera: el Madrid o el Bar§a. Fue la gran era Cruyff la que hizo del Bar§a un equipo español. Su juego de tiralíneas, su técnica, la belleza de su fútbol hicieron del Bar§a un verdadero equipo estatal, allende las fronteras de Cataluña o de Barcelona, por descontado mucho más estatal que el Partido Socialista, que se llama a sí mismo "español".

Sólo esta afición extendida por toda España, y aún el mundo, explica que las elecciones a la presidencia del Bar§a hayan sido seguidas hasta en Nueva York. El resultado era el esperado entre los bastidores del club y entre los seguidores del mismo: Laporta se ha impuesto a Bassat. Después de la "era Núñez", y tras el descalabro de Gaspart, que ha creado un verdadero agujero negro en la economía del Bar§a, aparte del equipo más mediocre en años de la mano del "cuadriculado" Van Gaal, la gente ha optado claramente por la renovación, por una cara joven, por un cambio radical de directiva. Quizá el fútbol siga siendo, ayer como hoy, el mejor espejo para analizar la realidad política, social y económica de España. También en las elecciones generales nos comportamos como en las deportivas: aguantamos a nuestros políticos hasta que se nos hace patente que su corrupción e inmoralidad han vaciado las arcas del Estado, es decir, nuestro bolsillos y entonces optamos por un cambio radical como forma de limpieza a fondo de La Moncloa. La política tan sólo nos permite el derecho de echar a la calle, cada equis tiempo, a los chupadores de sangre, tumbados cómodamente en sus poltronas. Si esto es cierto, que se preparen los partidos políticos porque el triunfo de Laporta puede ser un buen signo de lo que se les viene encima. La corrupción suele ser la clave de todo descalabro político y deportivo. La gente quiere tan sólo un "poquito de honestidad", que tampoco es pedir tanto digo yo. Al Bar§a le queda un largo camino que recorrer antes de volver a ser lo que era. Laporta lo tiene muy difícil y complicado, pero como decía el viejo clásico español, en fútbol como en política, "la esperanza es lo último que se pierde".