Entre los tipos de libros más atractivos que pueden darse se encuentran las guías descriptivas de una ciudad. Y no se crea con esta personal afirmación que me estoy refiriendo solamente a las históricas, literarias o artísticas: más bien fundamento mi opinión en las que poseen abundancia de datos comerciales, industriales, etcétera.

Una de las más buscadas, por su inapelable agotamiento, es la Guía Luque de Córdoba y su provincia . Tengo la suerte de guardar en destacado estante de mi biblioteca un ejemplar de la segunda edición de esta preciada obra, la cual está fechada en 1934: año Intermediado de la Segunda República Española. De ahí me surgió la idea de tratar en una crónica algún curioso aspecto del callejero cordobés de aquellos días. Sabida es la costumbre política de cambiar las denominaciones de ciertas vías públicas --las más importantes, precisamente-- al efectuarse la instauración de un nuevo régimen. Las calles de Córdoba que sufrieron variación nominativa y que esta guía Luque registra fueron las siguientes: la llamada "Isabel II", que une la plaza de "Regina" con la llamada "Ancha de la Magdalena" ostentó durante los años republicanos el nombre "Blasco Ibáñez", correspondiente al famoso y exaltado novelista y orador valenciano, que vivió entre 1867 y 1928 y cuyas ideas absorbentes eran profundamente republicanas. De Vicente Blasco Ibáñez cabe recordar La Barraca , Cañas y Barro , La catedral , A los pies de Venus , etcétera, pero, sobre todo, la que le dió renombre mundial y riquezas, y que fue origen de versiones cinematográficas: Los cuatro jinetes del Apocalipsis .

También recibió cambio nominal la de "Caballerizas Reales", que pasó a llamarse "Catorce de abril", como recuerdo de la fecha de la proclamación de la República.

Asímismo fueron objeto de variación dos importantísimas calles de la ciudad: las de "Alfonso XIII", cuyo trazo unía la plaza del Salvador y la de Mármol de Bañuelos, y la de "Alfonso XII", discurrente entre la plaza de San Pedro y el Campo de San Antón.

La primera pasó a llamarse "Fermín Galán" y la segunda, "García Hernández". Ambos fueron militares, que en 1930 se alzaron en armas contra la Monarquía en Jaca. Los dos eran capitanes, si bien Galán asumía el mando. Fueron reducidos, juzgados por un consejo de guerra, condenados y fusilados. El pueblo los convirtió en mártires e incluso llegaron a publicarse láminas clandestinas con sus fotografías, que las familias republicanas colocaban en el reverso de otros marcos, volviéndolos cuando iban a entrar en las casas personas ajenas a ellas.

A la calle "Duque de Fernán Núñez", que va desde "Pérez de Castro" a "Concepción" se le impuso la denominación de "Niceto Alcalá Zamora", para llevar homenaje comunicativo al ilustre abogado prieguense, por su condición de primer presidente de la República del 31.

La de "María Cristina" --trazada desde "Alfonso XIII" a "Ambrosio de Morales" y dedicada a la que fuera madre de aquel rey-- fue despojada de su titulación y recibió el nombre de "Pablo Iglesias", el insigne cajista de imprenta, destacadísimo político, fundador en 1879 del Partido Socialista Obrero Español. La actual calle "Málaga", que al advenimiento de la República se llamaba de los "Siete Rincones", fue bautizada con el de "Mariana Pineda", la popular dama granadina condenada por haber bordado una bandera con el lema "Ley, Libertad, Igualdad", palabras que fueron consideradas fieles intérpretes de los ideales republicanos. La sentencia de muerte se cumplió en 1831. Con este nombre y su perfil biográfico hizo una de sus obras prodigiosas Federico García Lorca.Y por último cito a la plaza de las Tendillas, denominada entonces de "Cánovas del Castillo", que perdió este nombre en favor del de "Plaza de la República" y que lo ostentó durante todo el tiempo en que aquella tuvo existencia.Por cierto, que si alguien tiene interés en saber cómo era la placa de mármol que denominaba a nuestra más emblemática zona urbana, puede visitar el Museo Arqueológico de Córdoba, en cuyo tercer patio, que es conocido por el de los Aromas, se conserva intacta, manteniendo, a su vez, los aromas de aquellos ya lejanos tiempos.