Opinión | 55 LINEAS JOSE NEVADO

VERDAD

Releo "Verdad y Política" de Hannah Arendt. Sostenía que un régimen político podría destruir, por ejemplo, todos los libros de matemáticas, aunque probablemente al cabo del tiempo los seres humanos volverían a reconstruir los axiomas. Sin embargo, a su juicio, los hechos son más vulnerables que los axiomas matemáticos y el poder lo sabe. Los hechos humanos, una vez que desaparecen de la memoria de las gentes son irrecuperables. Por eso --insiste la pensadora judía-- en muchas ocasiones el poder trata de cambiar los hechos, de destruirlos. Así las cosas, la verdad de los hechos es política por naturaleza. "Los hechos --insiste-- dan origen a las opiniones, y las opiniones, inspiradas por pasiones e intereses diversos, pueden diferenciarse ampliamente y ser legítimas mientras respeten la verdad factual. La libertad de opinión es una farsa al menos que se garantice la información objetiva".

Parece escrito ayer, ¿no? Y debe ser cierto, pues verdad es todo aquello que, a pesar de mil episodios, a pesar del tiempo, no logramos cambiar. Hoy, como hace décadas, nada de lo que escribía Arendt ha cambiado en sustancia. Es más, cuando el concepto de globalización de la información era sólo un sueño, la ciencia ficción del momento, nuestra autora escribía lo que sigue: "La transmisión de la verdad de los hechos abarca mucho más que la información diaria que brindan los periodistas, aunque sin ellos jamás encontraríamos nuestro rumbo en un mundo siempre cambiante, y en el sentido más literal, jamás sabríamos donde estamos. Claro está que esto tiene la máxima importancia política; pero si la prensa llegara a ser el cuarto poder, tendría que ser protegida del poder gubernamental y de la presión social". ¿Es válida esta última reflexión de Arendt? Creo que sí; los poderes políticos intervienen de manera cada vez más abusiva en su intento de abrasar la verdad que nos trasmite los hechos. Sin hechos no hay conocimiento ni memoria. Todo se inventa con un interés. Y no es que las mentiras o supercherías vayan a imponerse o ser aceptadas como verdades, sino que nuestro caminar por el mundo real pierde todo sentido, queda destruido; nos convertimos sencillamente en seres ajenos o extraños a nuestro propio medio. Es decir, somos zombis.

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