Opinión

EL "VALDENEBRO"

El genio que sale de la lámpara y nos pide que le formulemos tres deseos no existe, pero sí es posible que alguien nos pregunte por qué tres bibliotecas seleccionaríamos. En lugar de recurrir a una respuesta objetiva, yo me inclinaría por una vertiente más personal. Primero citaría la biblioteca de mi infancia, la del recuerdo, la de mi pueblo, que hoy lleva el nombre del escritor Juan Soca, y en la cual un grupo de amigos descubrimos el placer de la lectura, aprendimos a consultar de un volumen a otro en la búsqueda de datos o alguna información, sin necesidad de recurrir a las enciclopedias, aunque también nos perdíamos entre las estanterías para ojear un libro de Julio Romero de Torres, con reproducciones de sus cuadros, y siempre nos deteníamos atentamente en el mismo, Naranjas y limones. Al fin y al cabo, la biblioteca es la vida, el mundo, como años después comprendí al leer a Borges, a quien debo la segunda de las bibliotecas, repartida por toda su obra literaria, pues como él mismo explica en su poema Alejandría, 641 A.D. , la labor del género humano ha sido la Biblioteca: "Dicen que los volúmenes que abarca/ Dejan atrás la cifra de los astros/ O de la arena del desierto. El hombre/ Que quisiera agotarla perdería/ la razón y los ojos temerarios"; las citas sobre los libros en su obra serían interminables, porque, como afirma en El libro de Arena, "ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin". De esa biblioteca borgiana, ideal y literaria, pasaría en tercer lugar a otra real, concreta, la de mi maestro Manuel Ruiz Luque, de quien no termino nunca de aprender cosas nuevas sobre el mundo del libro; se trata de una biblioteca a través de la cual se podría elaborar una biografía del individuo singular que la ha formado, y con quien todos los andaluces tenemos contraída una deuda por haber sido capaz de conservar un patrimonio tan importante, pero especialmente todos los montillanos (también los que lo somos de adopción) le debemos nuestro agradecimiento permanente. A esas tres bibliotecas podría añadir otras, pero me quedo con una que se halla en construcción, me refiero a la "Biblioteca de Textos Recuperados", una de las secciones en que agrupa sus publicaciones la Diputación de Córdoba. La denominación fue un feliz hallazgo del diputado Alberto Gómez, y dentro de ella aparece la edición de una obra en facsímil cuyo autor es José María Valdenebro y Cisneros: La imprenta en Córdoba . Publicada en 1900, en el Establecimiento tipográfico de los sucesores de Rivadeneyra, obtuvo el premio de la Biblioteca Nacional en 1896. El autor la dedica a la ciudad de Córdoba, y en la introducción señala: "Bien sé que este Ensayo no es una obra completa y definitiva, entre otras causas, porque en la bibliografía nunca se llega a la perfección". Indica también que después de meditarlo seriamente no se decidió a incluir referencias de los periódicos publicados en Córdoba, y lamentablemente, cuando ha transcurrido más de un siglo, todavía no disponemos de esa obra de referencia sobre la prensa cordobesa, a pesar de los estimables trabajos de Antonio Flores. Termina con una acertada cita de Tomás Muñoz Romero acerca de la ignorancia que aqueja a quienes desprecian ese género de libros tan particular, el de los repertorios bibliográficos. El libro de Valdenebro reúne un total de 2.339 fichas bibliográficas, comprendidas entre 1556 y 1896. Incluye también las hojas volantes impresas por Luis de Ramos y Coria y las de Rafael García Rodríguez y Cuenca, todas de comienzos del siglo XIX. También resulta de interés la noticia que da acerca de los impresores y libreros de Córdoba, de los cuales incluye en muchos casos sus escudos tipográficos. El "Valdenebro" es hoy una obra de consulta imprescindible para cuantos se acercan a la historia del libro, es decir, de la cultura en Córdoba. La citada edición facsímil, realizada a partir de un ejemplar de la Biblioteca "Manuel Ruiz Luque", se presenta esta noche, a las ocho, en la Diputación.

Tracking Pixel Contents