Opinión

APUNTES PARA UN DOMINGO

El periódico más importante de Israel Yedioth Ahronoth acaba de publicar un informe aterrador que ha sacudido la conciencia israelí. El año pasado mil adolescentes de ese país han intentado suicidarse, cien de ellos entre los 8 y 12 años. Durante varias décadas apenas había suicidios entre los jóvenes de Israel, por eso estos datos están provocando múltiples reflexiones y análisis. Señalan dos causas o motivos que explican esos comportamientos. La primera es que los dos larguísimos años de Intifada han derivado en una guerra oscura y atroz que acumula muertos sin fin en una pirámide desesperada.

La segunda razón de estos suicidios responde al marco económico, a la enorme distancia, al profundo foso que hay entre ricos y pobres, la segunda mayor del mundo después de los Estados Unidos. El 10 por cien de los habitantes posee más riqueza que el otro 90 por cien. Esa distancia entre ricos y pobres, afirma el citado periódico israelí, es una amenaza para la existencia de Israel como sociedad democrática.

En el judaísmo el suicidio se considera un delito, según el Génesis y las interpretaciones del Talmud, incluso no tienen derecho a exequias religiosas, aunque habitualmente son tratados como los otros difuntos.

En Palestina, la situación es todavía más dramática porque el 70 por cien de los jóvenes padecen perturbaciones psicológicas.

Me llama, desde su casa en medio del paisaje de la tragedia, Juan, el marinero amigo de algunos días de vino y pulpo. Me dice, en una histeria desesperada, que acaba de romper el televisor. La conversación tuvo lugar el pasado miércoles 4 a media tarde. Ese día, desde el amanecer había estado a bordo de su barca, junto a otros marineros, entre la isla de Ons y las islas Cíes tratando de cortar a calderazos la inundación de fuel que buscaba entrar en la ría. Al llegar a casa sin fuerzas se encontró, palabras textuales, a un ministro bien duchado y con corbata diciendo en la televisión que no era probable que las manchas de petróleo llegaran a la Ría de Pontevedra.

Existe una filosofía de la información en la que se afirma que las cosas no son como son sino cómo se trasmiten, sino existen en los telediarios oficiales tampoco en la realidad. Pero cuando la realidad es tan espantosa como la del Prestige no hay forma de librarse de la inundación. A la vista de la actuación del Gobierno, yo creo que durante muchos días, anduvieron flotando a la deriva, incluso cuando el barco se había convertido en la más negra sombra que ha asolado Galicia, una tierra llena de asolaciones y desolaciones. No se explican la plurales cacerías ministeriales y del presidente de la Xunta. Pero ¿el presidente de la Xunta se ha enterado ya a estas alturas de las dimensiones de la tragedia? Uno lo duda, porque es difícil explicar que hace tres días estuviera presentando un libro en Madrid sobre medicinas y licores en los monasterios o algo parecido y que hace poco más de una semana estuviera en Portugal recibiendo un premio gastronómico.

Rajoy es un hombre serio y por eso, tal vez, en una parte del discurso en donde relató con minuciosidad las torpezas del gobierno en el asunto del Mar Egeo no pidió la dimisión de Felipe González. El ex presidente hace más de seis años que perdió las elecciones y quien disminuyó a la mitad las inversiones en salvamento marítimo fue el Gobierno de Aznar, desde 1997.

Es la hora de la solidaridad con Galicia, de buscar soluciones, de luchar por devolverle la vida a un mar asesinado. Los culpables no cabe duda que son los armadores del Prestige, pero decir que se dan órdenes desde una cacería también es una frivolidad inadmisible.

El presidente del Gobierno perdió la oportunidad de convertirse en el rostro de la lucha contra el infortunio, pisar el fuel y alentar a los que trataban de achicar la desventura. Perdió el momento, cualquier foto que llegue de él en esos paisajes, todavía y siempre bellísimos, será una caricatura de un arrepentimiento imperdonable.

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