La serie Cardo fue una de las triunfadoras de la última edición de los premios Feroz, cuya gala se celebró el pasado fin de semana. Mejor serie dramática y mejor actriz principal fueron los galardones más que merecidos para el nuevo título apadrinado por los Javis, el tándem televisivo formada por Javier Calvo y Javier Ambrossi y responsable de éxitos como Paquita Salas y el biopic de La Veneno. Como en cualquier serie de su marca, hay cameos y apariciones de caras conocidas que le dan su particular toque. Su presencia nos recuerda que estamos ante una serie de la casa. Aunque ambos se limitan a ejercer de productores y la verdadera responsabilidad creativa es para Ana Rujas y Claudia Costafreda. Y esta vez el tono no es tan amable como el de otros títulos salidos de la factoría. Las dos mujeres han tenido el control creativo total de la serie y han logrado que España tenga un título que pueda codearse con otros proyectos similares de la ficción internacional, como Podría Destruirte o Fleabag. Casi nada.

Cuando hace una década, Lena Dunham anunció su Girls como el retrato de su generación, muchos la miraron como si se hubiera pasado de frenada. Tal vez las creadoras de Cardo no tenían tantas ambiciones. Ana Rujas simplemente quería contar su historia. Los Javis la pusieron en contacto con Costafreda, con quien habían trabajado en La Veneno. El proyecto se puso a andar y al final la serie sí que acabó siendo un altavoz de las inquietudes de la generación milennial. El vacío existencial de personas nacidas en los 90 que dos crisis económicas seguidas han pisoteado sus expectativas de futuro y sus momentos de evasión están marcados por el exceso.

Resulta llamativo que este tipo de series haya venido desembarcando en España de la mano de Atresplayer, mientras que para Netflix y HBO las propuestas se sitúan por caminos más convencionales y comerciales. Paradójicamente, esa misma casa ha ido vendiendo otros de sus títulos a las plataformas mainstream. Tan entusiasmados han estado en Antena 3 con el proyecto que llegaron a emitir los dos primeros episodios en abierto en su programación convencional, con el objetivo de pescar a nuevos suscriptores interesados en ver el resto. Y eso que Cardo no es una serie fácil de ver. Tan explícita en sus escenas de drogas como puede ser Euphoria. Seis capítulos de media hora de duración que evidencian que nos encontramos ante un trabajo con inspiración y un resultado muy diferente al de otras series con las que nos podemos encontrar en la televisión.

Cardo marcará un antes y un después en la carrera de Ana Rujas y es seguro que veremos nuevos trabajos de esta actriz, que ha demostrado talento para otros campos de la narración audiovisual. La segunda temporada de la serie ya se da por segura. Ya sabía Paquita Salas que había encontrado a su actriz 360 cuando la descubrió en una representación teatral en Madrid en el segundo episodio de su propia serie. Porque al final, Rujas ha demostrado que no solo sabe actuar, sino que ha cocreado y escrito esta ficción. No sabemos cuánto puede haber de autobiográfico en su argumento, pero la protagonista de Cardo también es modelo y actriz. Nada más empezar la serie, vemos en el baño de un garito comprobando que tiene un pequeño problema de olor corporal. No se le ocurre otra cosa que lavarse las zonas delicadas con el agua de la cisterna. A partir de ahí, iniciamos un viaje de cuesta abajo y sin frenos con rumbo a la autodestrucción.

María, que así se llama su personaje, no es feliz. Es una modelo que podría estar arrasando en las pasarelas y ser la mejor de las influencers, pero tiene el problema de que se desprecia. El título de Cardo viene porque es así como se ve a sí misma. Bella por fuera, un cardo por dentro. A través de la droga y el sexo, asistimos a un viaje autodestructivo en el que María se ve incapaz de pedir ayuda. Asistimos a todos sus padecimientos y cómo es incapaz de hablar con nadie del infierno que está atravesando. De alguna manera, las altas expectativas que muchos tenían puestas en ella y en su carrera, han acabado rompiendo algo en su interior. A lo largo de la serie, la banda sonora nos sorprende dejando de lado las canciones de discoteca y de fiesta para ser sustituida por otra música más estridente y folclórica que al principio cuesta de identificar. Su origen se vuelve más explícito cuando la protagonista se cruza con una procesión de la Virgen de La Esperanza en un pueblo cercano a Madrid. Momento que podría ser el equivalente a cualquier evento fílmico de la Semana Santa, ya que marca el inicio de su redención. ¿Cuando la serie vuelva, regresarán los traumas?, ¿o tal vez se adentrará por los nuevos caminos que parecen plantearse en este final?