Puede que a estas alturas 'La casa de papel' ya no sea la serie en habla no inglesa más vista de Netflix en todo el mundo. La competencia ha venido de Corea del Sur y su título es, para quien haya estado fuera de la galaxia estas semanas, 'El juego del calamar'. Sus tentáculos amenazan con desbancar a la ficción española del trono y su tinta está escribiendo un nuevo capítulo en la historia del streaming. Como en la ficción española, también hay enmascarados uniformados con monos rojos (bueno más bien rosas) y fuertemente armados, así como críticas al capitalismo salvaje. Y ahí se terminan las similitudes del nuevo bombazo de Netflix con la antecesora. Las máscaras de los atracadores de La casa de papel tenían el rostro de Dalí, pero en El juego del calamar son las formas geométricas más básicas. Triángulo, círculo y cuadrado. Hay quien les ha visto similitudes con los botones del mando de la Play Station. Los protagonistas son un grupo de personas agobiadas por las deudas que se ven reclutadas para participar en un peligroso juego dotado con un premio de 45.600 millones de wones (al cambio, casi 33 millones de euros). Ataviados con un chándal verde, que recuerda mucho a los uniformes deportivos que se llevaban en los colegios en clase de Educación Física durante los 80, participan en una siniestra versión de los juegos de su infancia, donde el perdedor muere. Un viaje a la niñez mezclado con la ultraviolencia que genera un contraste más que interesante. La serie se convierte en un adictivo juego de supervivencia, donde sus participantes harán lo que sea por seguir en él. Una lucha a muerte que es un mero entretenimiento para VIPS con máscaras de oro y brillantes con forma de animal, del que disfrutan en un lujoso salón mientras deglutan canapés y deliciosos licores.

'El juego del calamar' se ha convertido en un fenómeno mundial que ha sorprendido hasta a los propios responsables de la plataforma de pago. Un estreno que llegó casi de tapadillo hasta que el boca a boca ha hecho buena parte del viaje al éxito. Se trata de un proyecto que su propio creador, Hwang Dong-hyuk, tenía guardado diez años en un cajón y la historia que contaba tampoco era del todo nueva. La proliferación de memes, teorías de todo tipo en internet dando vueltas al argumento y de gente que busca su momento de gloria a costa de su éxito ha estado a la orden del día durante las últimas dos semanas. Hasta ha habido quienes probaron a llamar al teléfono que aparecía en las tarjetas de aquellos que eran invitados a participar en el siniestro juego, encontrándose para su sorpresa que era un número real. De un señor que no tiene nada que ver con la serie y de la que seguro que habrá aprendido a odiar durante estas semanas. Imagino que casi ha agradecido las llamadas de esos comerciales de compañías telefónicas a la hora de la siesta.

No fue exactamente la primera en tocar el tema, pero el origen de todo esto habría que buscarlo en una película japonesa del año 2000 cuyo título ha servido para bautizar todo un nuevo género: 'Battle Royale'. Su nombre alude a un tipo de combate que no es de un luchador contra otro, sino de todos contra todos. La película transcurre en un futuro distópico, donde cada año un grupo de estudiantes son seleccionados por un Estado totalitario para ser enviados a una isla desierta para participar en una macabra competición donde que solo debía quedar uno en pie al cabo de tres días. El cineasta Kinji Fukasaku inauguró todo un género que se consagró doce años después cuando llegó la versión made in USA, 'Los juegos del hambre'. Los creadores de esta otra saga dicen que no tienen nada que ver pero los parecidos son más que razonables. Estas historias de supervivencia y de todos contra todos han tenido continuidad en los formatos más dispares, desde algunos realities, donde se somete a sus participantes a pasar las pruebas más extremas, a los videojuegos, donde el ejemplo más evidente es el Fortnite.

Diversos autores habían venido planteando sociedades distópica donde estos modernos gladiadores deben darlo todo. Hasta el propio Stephen King tiene una novela en que un grupo de cien adolescentes participan cada año en una carrera por un Estados Unidos distópico y militarizado hasta que, como marca la tradición, solo quedé uno en pie. El vencedor tendrá todas sus necesidades cubiertas de por vida. En 'La larga marcha', aquel que deje de correr o se baje del ritmo de seis kilómetros por hora, será ejecutado sin piedad tras recibir tres avisos. Los implacables soldados a los que no les tiembla el gatillo recuerdan mucho a los de 'El juego del calamar'. La adaptación de esta novela todavía tiene pendiente su estreno en la gran pantalla, tras ser un proyecto que ha ido cambiando de manos durante años. El éxito de la serie surcoreana augura que veremos nuevos bandazos. El cineasta André Øvredal (director de 'La autopsia de Jane Doe') es de momento el elegido para estar detrás de las cámaras.

La propia Netflix había tenido sus propias experiencias en esto de los battle royale y procedentes de los más variados lugares del mundo. Una de ellas es 3%, producción brasileña que nos habla de un futuro en el que solo el 3% de la población mundial acapara la riqueza en un lugar privilegiado, mientras el resto del planeta está devastado y vive rodeado de miseria y pobreza. Una vez al año, un grupo de candidatos pueden optar a convertirse en parte de esa élite pasando una serie de pruebas. La ficción duró tres años y su interés empezó a decaer cuando dejó de lado la trama de los retos para intentar adentrarse en cómo funcionaba ese mundo de pesadilla y los avatares de la resistencia.

Pero ha sido más prolífica la producción de títulos similares llegados desde Japón. El año pasado la plataforma ya disfrutó de un pequeño momento de gloria con 'Alice in Borderland' Cuando todavía estábamos medio confinados por la pandemia, los protagonistas, un grupo de adolescentes, aparecían en un Tokio apocalíptico y desierto, donde se ven obligados a superar retos para mantener a salvo sus vidas. Mientras que en 'El juego del calamar' estas pruebas estaban inspiradas en los juegos infantiles de toda la vida, en esta serie japonesa están sacadas del mundo del videojuego. Y las referencias y homenajes al manga y al anime son más que evidentes. Hay cierto parecido en la trama con otra serie nipona de Netflix, Re: Mind, aunque en ésta las protagonistas no tienen que mostrar su habilidades físicas precisamente. Son once adolescentes que despiertan encadenadas a una mesa en un extraño comedor, donde la persona que las mantiene cautivas disfruta sometiéndolas a todo tipo de torturas. Y conforme avanzan los episodios una de las jóvenes va desapareciendo.

El inesperado boom de 'El juego del calamar' ha puesto en primer plano a toda la línea de producciones asiáticas que formaban parte del catálogo de Netflix. La plataforma contaba con tres series propias realizadas en Corea, 'Recuerdos de la Alhambra', que al estilo del dorama mezclaba romance y fantasía y, por cierto, rodada en España; la otra es 'Kingdom', historia de zombies ambientada en una Corea feudal; y ahora los siniestros juegos del calamar. Por mucho que la serie pueda beber de otros títulos anteriores, de lo que no hay duda es de que esta última las ha barrido en popularidad a otras, que no dejaban de ser títulos de culto. La segunda temporada se da por seguro. ¿Se centrarán en investigar quién está detrás de todo o inventarán nuevos juegos infantiles y mortales que aún no han aparecido en las seis pruebas ya vistas? La gran diferencia de este serie frente a otros 'Battle Royale' reside en que, mientras otros títulos se ambientaban en sociedades distópicas, El juego del calamar transcurre en nuestro mundo y ahora. Por muy disparatada que pueda parecer su trama, es perfectamente creíble. Detrás de la fábula hay grandes dosis de realidad sobre la condición humana.