Nathalie Poza (Madrid, 1972) le está cogiendo cariño a Carla, la comisaria de la unidad antiterrorista de la serie de Movistar Plus+ 'La unidad'. Entre otras cosas, porque le ha permitido conocer a una mujer de una unidad real y su universo. Y trabajar en la misma ficción que Farah Hamed, la actriz marroquí que da vida a la primera esposa de un harén, a la que admira. Y es que a Poza, además de disfrutar de la interpretación, le gusta ir enriqueciendo su conocimiento sobre el mundo que le rodea, en general, y el de la mujer, en particular. Ella acaba de cumplir 50 años y aún le quedan muchas historias interesantes que contar.

La tensión emocional se ha superado al ser los policías el objetivo.

Nos acerca mucho más a ellos a todos los niveles, tanto a protagonistas como a antagonistas, y creo que eso hace que el espectador vea más todo a través de su mirada.

No se justifica a los terroristas, pero ves qué hay detrás de sus motivaciones. Carla protege a su hija. Y el terrorista venga a su hijo.  

Me alegra que te des cuenta de esto, porque es difícil hablar de estas ficciones que de alguna manera retratan una realidad que nos duele a todos, y mucho. Y que no podemos resolver. Estamos viviendo tiempos muy vulnerables y, de alguna manera, a través de una buena ficción y, sobre todo, de un tono de thriller, que es donde suelen tocarse estos temas tan oscuros, se puede reflexionar sobre qué hay tras esas mentes. Desgraciadamente, todos estos asuntos, incluido el terrorismo, están globalizados. Lo comparo con una enorme tarántula con miles de tentáculos que si cortas por un lado, aparece del contrario. Es todo de una sofisticación que genera mucha incertidumbre. Lo más inteligente, y más y honesto, es ponerse en la piel de todos los protagonistas de un asunto tan complejo.

La actriz, en una secuencia de 'La unidad', con otros dos protagonistas: Marian Álvarez y Michel Noher. MOVISTAR +

También se muestra qué ocurre dentro de un harén.

Sí. En la 'première' me puse de rodillas ante Farah Hamed, que da vida a Houda, una actriz como la copa de un pino, y ella se emocionó mucho. Le dije: «Lo que haces es estratosférico». La secuencia más impresionante es aquella en la que están todas castigadas. Hay un intento de unión, pero, como pasa en los peores actos patriarcales, ¿cómo se puede dominar a quien quieras dominar, en este caso un harén de mujeres? Disgregándolas. Y cuando ves que no van a poder salir de esa jaula...

Es dura esa escena, sí.

Cómo se le cae la comida de la boca de la angustia que tiene, mientras contiene la ira y el dolor... Es de las mejores secuencias que he visto en mi vida. Esto es también mérito del el director. Rodar esto, permitir que eso pase, es una de las virtudes que tiene Dani [de la Orden]. Sabe qué  va a pasar, pero nos deja volar. Aunque te coloca en el punto más alto del riesgo y dices: ¿ahora qué hago? Pero pasan estas perlas. Para mí ellas han sido un descubrimiento brutal. Porque juzgamos otros mundos sin tener idea de lo que allí pasa.

El valor de las pequeñas historias.

Son interesantísimas. Y nos abren la mente. Nos permiten viajar. En esta segunda temporada vuelve a haber una potencia visual, pero se viaja a través de los personajes. Esa cosa de entrar en su intimidad. Porque uno va al cine a eso. Es como si miraras por el ojo de la cerradura de la casa de los demás. Y vamos a lugares insólitos, porque se entra dentro de ese campo de refugiados de Siria y los niños son de verdad. Todo eso le da un empaque. Y es más comprometido. Pero para eso son las segundas temporadas. 

A Carla, su personaje, la vemos más vulnerable por su hija. 

Esta temporada vemos más las partes débiles de los protagonistas. De todos. Carla es capaz de llevar una operación a nivel internacional sin que le tiemble el pulso y luego la metes en la consulta de una terapeuta, porque necesita revisar su tipo de vida, y no sabe ni cómo sentarse. Eso me parece fascinante. Es hija de policía, educada para ser esta teniente O’Neil,y no puede llevar una vida normal. Y su hija no va a ser una niña como las demás...

Se siente culpable de su peligro.

A mí me da ternura el momento en que su superior le dice que lo más conveniente es aislarse, separarse de los suyos. Y ella no lo interioriza hasta que pasa algo grave. Esto pasa en la realidad. Y lo de tener que vigilarse los unos a los otros. Además, está alineado con todo esto del coronavirus. Vivimos más aislados, con más sospechas, en una especie de universo vigilante. A la 'première' vinieron los policías reales y ves que son una familia. Pero siempre va la misión por delante. Y Carla no duda en realizar una investigación interna. 

Los atentados impresionan. 

Hay mucha verdad y las localizaciones son muy cercanas. Estamos en la Gran Vía de Madrid, en Lavapiés... Y los viajes, reales. Lo que sale de Jordania es real. Es muy impresionante, porque nos metemos en lugares que vemos en los telediarios.

¿Siguen documentándose con los miembros de la unidad real?

Si. Y si seguimos adelante con la serie, intuyo que la mujer que me inspira y yo iríamos más pegadas. Porque cuanto más la conozco, más interesante me parece y más me reta. Hay mucha confianza y me dice las cosas sin cortarse ni un pelo.  

¿Y le ha regañado porque, como confesó en 'El hormiguero', de joven robó un par de cositas en unos grandes almacenes?

(Ríe). Yo creo que para ella, con lo que debe de ver, ese es un delito nimio. Fue divertido contarlo, pero luego ya ves los titulares que se ponen.

Como le pasó con lo de la denuncia a David Broncano si este hablaba de su incómodo paso por el programa.

¡Pero si fue una broma! Comía con Michel (Noher) y Marian (Álvarez), que iban a ir a La Resistencia, y lo dije como broma. Pero mira que les advertí: «No abráis la boca, porque son muy listos». Y hay medios que sacan estos titulares que parece que ha pasado algo importante. Pero ¿cómo voy a denunciar a David?

Lo cierto es que en 'La Resistencia' se le vio tensa.

Estaba un poco gato panza arriba, todo hay que decirlo. Estaba muy cansada y allí hay que ir muy abierto a que te critiquen por todos lados. Pero a mí me pilla muy mayor (ríe).

Y al final no pudo hablar de la película 'Invisibles', sobre unas mujeres en la cincuentena. Usted cumplió el mes pasado 50 años. ¿Le preocupa como actriz?

A medida que voy cumpliendo años me encuentro personajes más interesantes y más diversos. Mi camino siempre ha sido intentar reinventarme. Y luego está que quienes hacemos teatro nos pegamos muchos más viajes. Desgraciadamente, en el audiovisual hay muchas menos oportunidades. Hace falta más mujeres en altos cargos en la industria para que se puedan escribir historias desde el punto de vista de la mujer. Son el 50% de la población y el 90% de las personas que van al cine. Y tienen más de 50 años. Mi madre tiene 83 y va todas las semanas. Habría que contar las historias que protagonizan ellas.