Daniel Grao (Sabadell, 1976) lo solemos ver en papeles dramáticos, y eso que asegura que tiene una vis cómica aún por explotar. Lo podrá demostrar, aunque ligeramente, en Hit, la serie que está rodando para RTVE. Pero mientras esta se estrena, le vemos sufrir cada martes en Antena 3 en Perdida, metido en la dolorida piel de Antonio Santos. El actor, que tiene un currículum televisivo que quita el hipo, nos ha hecho sufrir últimamente con sus grandes interpretaciones, cada una a su manera, en La catedral del mar (A-3) y Gigantes (M+). Ahora solo falta que nos haga reír. Él lo está deseando.

-Vuelve a interpretar uno de esos papeles tan intensos y dramáticos a los que nos tiene acostumbrados.

-En cuanto a drama e intensidad, desde luego.

-Su personaje es un padre coraje que hace lo que sea para encontrar a su hija.

-En el guion estaba un poco dibujado como más heroico, pero me interesaba hacer un tipo normal. De hecho, aunque me gustaba el viaje heroico, la aventura que vive, me he apoyado mucho en el miedo, en el temor que sufre una persona que se encuentra en un contexto así.

-Antonio es un tipo normal. Casado y con una niña de 5 años. Pero secuestran a la pequeña en la playa y su mundo se desmorona.

-Totalmente. Su mujer se había dedicado a buscar una pista, algo, pero no había encontrado absolutamente nada. Y se separan. Pero 10 años después, cuando ya han armado su vida, él recibe un e-mail que vincula al secuestrador de la niña con la cárcel colombiana. Y, entonces, de un manera casi kamikaze, aunque luego vamos a descubrir que no lo es tanto, porque hay un pequeño plan, se mete ahí. Y va a hacer todo lo posible por conseguir información.

El actor, en el papel del 'padre coraje' de 'Perdida'. / ATRESMEDIA

-Usted también emprendió un viaje: estuvo muchas semanas de las 23 de rodaje en Colombia. No es una situación tan dura como la de su personaje, por supuesto, pero imagino que un poquito sí.

-Sí que han sido unos cuatro meses intensos. Aunque a nivel actoral eso ayuda mucho, porque se establece un cierto paralelismo con tu personaje, ya que, como él, te encuentras en un contexto desconocido, en escenarios en los que incluso hay cierta peligrosidad.

-¿Cierta peligrosidad, dice?

-No nos ha pasado nada cuando rodamos en Bogotá, pero en ocasiones lo hemos hecho custodiados por militares. Y, luego, como no vas a tu casa después del rodaje, no reseteas, porque estás 24 horas en contacto con el equipo y metido en tu personaje. Aunque, insisto, eso en el plano actoral ayuda mucho.

-Casi todo los escenarios son exteriores. Y los interiores son naturales. Más real, imposible.

-Sí, no hay plató. Hicimos todos los flashbacks en Valencia y luego nos trasladamos a Colombia, a Bogotá, a rodar las escenas que corresponden a cuando Antonio Santos viaja allí y entra en esa cárcel colombiana.

-Como le pasa a Antonio, todo ha sido muy nuevo para usted. También trabajar con actores latinoamericanos a los que no conocía.

-Para mí, el viaje de Antonio Santos como español en la cárcel colombiana tenía un paralelismo, porque de pronto tenía delante a actores que no conocía, con otra forma de hacer, con otro lenguaje. Aunque Iñaki Peñafiel, el director de Perdida, que se encargaba también del casting, estaba más preocupado, porque no acababa de encontrar actores, ya que allí trabajan de otra manera. Pero al final lo logró y luego nos entendimos perfectamente. Yo, particularmente, con Adriana Paz, actriz mexicana que ya había trabajado en España. Hicimos mucha hermandad.

-Perdida se presenta como un thriller emocional, pero en el rodaje se han utilizado 3.200 balas de fogeo. Eso demuestra que también hay mucha acción.

-Sí. Hay un poco de todo. El pistoletazo de salida es muy en clave de thriller, pero, sobre a todo a partir del tercer capítulo se abre a muchos otros escenarios y personajes que, a priori, no sabes qué tienen que ver con la trama central. Aunque luego descubres que todo está relacionado de alguna manera. Pero sí que es cierto que para mí el motor que mueve a mi personaje es un impulso, una cuestión emocional. Y sí que va a haber acción en la serie.

Junto a Isak Ferriz, en la serie de Movistar+ 'Gigantes'. / MOVISTAR+

-En alguna ocasión ha declarado que para usted este guion es mágico. ¿En qué sentido?

-Sin entrar en detalles, por cuestiones personales de años atrás, no de primera mano, pero sí de cerca, conozco el mundo de la cárcel. Y cuando de pronto me llega la oportunidad de interpretar este personaje y vivir en primera persona todo eso, es como algo que la vida me regala. Cuando leí el guion, sentí que tenía un material que podía aportar a mi personaje.

-Usted, como padre de dos niños, uno de 6 años y otro de 10, imagino que comprende perfectamente a Antonio. Su locura. ¿Qué haría usted por sus hijos?

-Yo creo que, como cualquier padre, haría lo que fuera. Es que como el amor a los hijos no hay nada. Todo aquel que es padre lo sabe. No se puede comparar. Lo que no haría por mí lo haría por ellos.

-¿Llegaría hasta ese límite al que llega su personaje?

-Desde la comodidad de que toda va bien es fácil decirlo, pero sí que es cierto que por un hijo uno es capaz de hacer cosas que nunca sospecharía.

-¿Y por sus hijos haría alguna serie o película del género de la comedia, para que la pudieran ver? Porque sus trabajos no suelen ser muy apropiados para unos niños. Y usted lo está deseando.

-(Ríe) Es verdad, aunque ahora estoy grabando una serie para TVE...

-¿Hit es una comedia?

-No es comedia en realidad, porque nos metemos en el mundo de la enseñanza, con unos vándalos para los que yo hago un poco de hermano mayor, porque soy el pedagogo y terapeuta. Es una serie que da pie a hablar de droga, de pornografía, de abusos sexuales… Pero mi personaje es un poco gamberro, con lo que, sin llegar a hacer comedia, ya no es una serie tan intensa ni tan dramática.

En su papel en 'La catedral del mar', de Antena 3 / ATRESMEDIA

-Hablando de personajes intensos, uno recuerda el del padre del protagonista en La catedral del mar. Aunque el súmun fue el de Gigantes. Ahí llegó al tope del dramatismo. Y de la violencia.

-Es verdad. Pero, por otro parte, tengo suerte de hacer cosas muy diferentes, como el malo malísimo en la serie Gigantes y luego el padre coraje en Perdida. Lo que sí es cierto es que guardan relación todos con la intensidad y el dramatismo. Y yo ya tengo ganas de hacer comedia.

-¿Para soltarse y mostrar su vis cómica, que seguro que la tiene?

-No le quepa la menor duda de que la tengo (ríe).

-Eso mismo dice otro actor catalán, Pablo Derqui, que siempre da vida a personajes atormentados. Él jura que es muy cachondo.

-(Ríe) Sí, y es verdad. Doy fe, doy fe. Pero te ven en un drama y ya está…

-Últimamente ha rodado una superproducción como La catedral del mar, series grabadas en otros países como Promesas de arena y Perdida... ¿Uno se acostumbra a hacer cosas a lo grande?

-Fíjese que eso de que sea un proyecto grande un actor no lo nota tanto. Tú tienes que hacer una escena, con tus compañeros, igual que si fuera una cosa pequeñita, y no piensas en lo que está costando ni si estás trabajando en casa o fuera.

Con Blanca Portillo, en 'Promesas de arena' / RTVE

-Ahora no para. Ni lo podría sospechar cuando a los 19 años hacía de estríper.

-(Ríe) Con aquello me pagaba la escuela de interpretación. Porque en casa siempre me apoyaron, y me dijeron que si quería estudiar eso, que adelante. Pero había algo de amor propio en mí, de decir: por si acaso no sale bien, que nunca me lo puedan echar en cara.

-No deja de ser interpretación. Pena que no le llamaran para Toy boys, serie de Antena 3 protagonizada por unos estrípers. Ahi también aportaría experiencia...

-(Ríe) Exacto.

-Al menos, a ver si le vemos hacer pronto comedia.

-Venga. A ver si es verdad...