Al margen

'Juliette en primavera'

Lºa directora francesa Blandine Lenoir filma una película amable, sensible y agradable de ver

Izia Higelin y Jean Pierre Darroussin, en una imagen de 'Juliette en primavera'.

Izia Higelin y Jean Pierre Darroussin, en una imagen de 'Juliette en primavera'. / Surtsey Films

Manuel Ángel Jiménez

Manuel Ángel Jiménez

A partir de una novela gráfica, original de Camille Jourdy, la directora francesa Blandine Lenoir filma una película amable, sensible y agradable de ver, aunque profundizando en la cara más sombría de sus personajes. Y, a la vez, muestra una mirada limpia hacia una mujer que busca algo, sin saber qué, cuando vuelve a sus orígenes, a su pueblo natal, para pasar una temporada con su familia, para descansar y encontrar respuesta a alguna pregunta que merodea por su cabeza, investigando en la memoria y algún secreto familiar que le ronda el subconsciente y no la deja vivir tranquila. A través del seguimiento que hace la cineasta a esta ilustradora de cuentos infantiles, vuelve a incidir en el retrato de la condición femenina. La joven que encarna -con ternura y tenacidad- Izia Higelin se reencuentra, tiempo después de haberse marchado a vivir a París, con un padre anclado en su pasado de soñador revolucionario (excelente Jean Pierre Darroussin, actor imprescindible de las producciones de Robert Guédiguian), una hermana perdida y desilusionada con la rutina familiar mientras se descoca con su amante escenificando eróticos juegos amorosos, una madre pintora y disfrutona, la descontrolada abuela que será quien dé la clave para romper el silencio y hallar la llave del secreto familiar que nadie se atreve a nombrar. También aparece en escena un tipo bastante peculiar, un muchacho negro (interpretado por Salif Cissé) que conseguirá congeniar con la protagonista y ayudarla a salir de la depresión que la asedia, la única persona que le arrancará una sonrisa, ofreciendo un atisbo de luz a la esperanza.

Por tanto, filme recomendable por su luminosidad (no solo en el sentido estricto, aunque también, gracias a la bonita fotografía de Brice Pancot) y sensibilidad, regalándonos noventa y cinco minutos bien filmados y, sobre todo, editados con precisión para que no cansen al espectador, harto de producciones alargadas en tiempo y vacías de contenido.

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