Al margen

‘The last showgirl’

El filme consigue retratar la soledad y decadencia de una mujer que lo dejó todo para dedicarse en cuerpo y alma a su vocación artística

Pamela Anderson, en una imagen de 'The last show girl'.

Pamela Anderson, en una imagen de 'The last show girl'. / Vértigo

Manuel Ángel Jiménez

Manuel Ángel Jiménez

Gia Coppola, nieta del director de Apocalypse Now y sobrina de la directora de Lost in translation, consigue retratar la soledad y decadencia de una mujer que lo dejó todo para dedicarse en cuerpo y alma a su vocación artística. Y para ello, cuenta con un trabajo descarnado en la interpretación que realiza una Pamela Anderson que podría recordarnos ahora al Mickey Rourke que reapareció en El luchador (2008). El guion, escrito por Kate Gersten, sitúa la acción justo cuando el club donde trabaja como bailarina la protagonista anuncia el cierre, dejándola en una situación bastante delicada, teniéndose que enfrentar a una serie de problemas que le presagian un futuro bastante oscuro. Además, entra en escena una hija a la que abandonó para dedicarse en exclusividad a ese prometedor futuro artístico que ha ido con los años apagándose hasta cotas de lo más lamentable. A su alrededor, aparecen una serie de personajes, entre los que destaca con asombrosa magnificencia Jamie Lee Curtis, interpretando a su inseparable amiga, componiendo una carismática camarera de casino, tan segura como envejecida.

La cámara de Autumm Durald no deja de perseguir a la protagonista, desde que comienza el show, entre alas y lentejuelas, en ese típico local de las Vegas, hasta esos momentos de soledad en que ha de poner en la balanza su vida y valorar si eso por lo que apostó sirvió de algo, si mereció la pena el sacrificio para llegar a donde ha llegado, a la encrucijada en la que se encuentra. Habrá además momentos en que, a su edad ya madura, se verá obligada a rebajarse y presentarse ante quienes la harán perder la dignidad, en audiciones donde lo que se busca es otro perfil de artista, donde la juventud es la única opción laboral.

El color y las luces de un escenario, el maquillaje, esconden una realidad que Gia nos pone ante los ojos, llevándonos al otro lado del escenario, a esos lugares donde el glamur desaparece, lejos de los sueños, en la cruda realidad de quien lo ha perdido casi todo.

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