Crítica de 'Más que nunca': ¿Cómo se maneja la muerte?

¿Puede una pareja mantener la sintonía cuando uno de los dos tiene una enfermedad terminal? ¿Es egoísta querer decidir a solas cómo morir? ¿Debería la otra mitad tener algo que decir? La sexta película de Emily Atef explora esas cuestiones con sensibilidad notable y dejándonos leer entre líneas, mientras contempla tanto a la víctima, una mujer que se va alejando de la sociedad -en sentido literal y figurado- para saldar cuentas tanto con su destino como con el cuerpo que la ha fallado, como al compañero vital que no sabe en qué lugar colocarse.

En su primera parte, ‘Más que nunca’ transcurre en grises interiores urbanos que enfatizan la tensión, el dolor, la claustrofobia. Luego se traslada al deslumbrante verano noruego, donde la mujer emprende un proceso de introspección y de comunión con el paisaje y donde, llegado el momento, la película ofrece sus momentos más tensos y los más tiernos mientras la pareja se enfrenta a la despedida.

En el proceso, Atef logra una intensa intimidad, gracias al manejo eficaz de los silencios -algún diálogo, en cambio, se acerca demasiado al melodrama- y al contundente trabajo actoral tanto de Vicky Krieps, que transmite una mezcla perfecta de fuerza y vulnerabilidad, como de Gaspard Ulliel, cuya presencia -falleció en 2022 mientras esquiaba, a los 37 años- añade lucidez metatextual a los argumentos de la película sobre la precariedad de nuestra existencia y la importancia de aprovechar cada momento.