En los albores de los años 90, un joven Jaume Balagueró andaba metido en la elaboración del fanzine ‘Zineshock’, autodefinido como “la revista de cine oscuro y brutal”, por cuyas páginas campaban contenidos altos en octanaje marginal: terror sin filtro, gore ‘underground’, pornografía, ‘psycho-killers’, ‘snuff-movies’ y otras delicadezas. Fascinado desde siempre por lo fantástico, lo oculto y lo raro, Balagueró firmaría poco tiempo después sus dos primeros (y desazonantes) cortos, ‘Alicia’ (1994) y ‘Días sin luz’ (1995), en los que ya daba pistas sobre su profundo apego por el cine de género. 

Casi tres décadas más tarde, el director catalán ha inaugurado este jueves la 55ª edición del Festival de Sitges con su undécimo largometraje, ‘Venus’, que bien podría ser compendio, a modo de grandes éxitos, casi bacanal, de todo lo que le apasionaba de joven y que acabaría marcando a fuego su longeva vida creativa: el terror cósmico, los arcanos, los rituales satánicos, las criaturas de otro mundo, la violencia malsana, la mujer empoderada, la sangre a borbotones. “Me propusieron hacer la película de terror que yo quisiera, dándome libertad absoluta, sin límites, y me lo he tomado al pie de la letra. Ahí hay mucho de mí y de mi universo personal”, asegura el cineasta en conversación con este diario, justo antes de su primera proyección en el gran Auditori del Hotel Melià.

En ‘Venus’, Balagueró juega sin ataduras con los géneros (el ‘thriller’ mafioso, el drama familiar, el terror satánico, los edificios enfermos) en esta historia de una joven bailarina de ‘night club’ (Ester Expósito) que, tras robar a sus jefes una bolsa con drogas de diseño, debe esconderse en un mugriento y desvencijado edificio del extrarradio de Madrid, donde viven su hermana y su sobrina. Allí, no obstante, se encontrará con un peligro más pavoroso que el de los mafiosos que la persiguen, que no es otro que una inconcreta presencia de presumible origen demoníaco. Todo ello, bajo el espectro de un inminente eclipse provocado por un planeta aparecido de la nada en el sistema solar, al estilo del de ‘Melancolía’ de Lars von Trier. Un ciclópeo compendio de terror cósmico con un ojo puesto en el famoso cuento de H.P. Lovecraft ‘Los sueños en la casa de la bruja’. “En efecto, es una inspiración muy sutil: esa idea de una persona del mundo real que acaba entrando en un mundo fantástico de brujería y rituales diabólicos”, admite.

Ester Expósito, reina del terror

En el cine de Balagueró son frecuentes los personajes femeninos poderosos: el de Emma Vilarasau en ‘Els sense nom’, el de Calista Flockhart en ‘Frágiles’, el de Manuela Velasco en ‘[REC]’… Pero el de Ester Expósito en ‘Venus’ es de una potencia indómita, que la convierte por méritos propios en carismática nueva reina del terror patrio. “Se ha entregado completamente, tanto en lo físico como en lo emocional, en un papel que era muy difícil, demostrando que, más allá de ser muy conocida por ‘Élite’, es una magnífica actriz”, explica Balagueró. “Lo cierto es que desde el principio quise hacer que el motor de la película fueran las mujeres. La protagonista, la víctima, es mujer, pero también los malos son mujeres. ¡Incluso el demonio! Los hombres intentan aproximarse al núcleo de la historia, pero ni siquiera lo consiguen: hay un poder mucho más fuerte que ellos, que son las mujeres”.

Balagueró y Ester Expósito, tras presentar 'Venus' en Sitges EFE

‘Venus’ es el segundo producto surgido de ‘The Fear Collection’, el ciclo de películas de terror ‘made in Spain’ creado por Álex de la Iglesia y Carolina Bang. “Me dijeron que tenía libertad absoluta y así ha sido. La presencia de Álex es totémica porque es un referente para todos nosotros en cuanto maestro del género, pero he hecho lo que yo he querido. Es un poco la película que a mí me gustaría ver y que creo que le gustaría al genuino público de Sitges. Está también pensada para ellos, para que la disfruten, para que griten, para que rían”, relata el director, que siente con hormigueo en el estómago el hecho de inaugurar el festival. “Es que son palabras mayores… Yo venía de chaval, con 15 o 16 años, en tren a ver películas, compraba los abonos. Y aquí estoy hoy, con más experiencia que entonces, porque con la edad se aprende, pero conservo el mismo espíritu del niño que venía aquí”.