Pase lo que pase, Dario Argento permanecerá para siempre considerado como uno de los grandes directores de películas de terror, pero lo cierto es que su cine lleva décadas sin ser lo que un día fue. Y ese declive se hace especialmente patente en el largometraje que este viernes ha presentado fuera de concurso en la Berlinale, ‘Dark Glasses’, en buena medida porque el italiano parece haberlo diseñado a modo de homenaje a los títulos -empezando por ‘El pájaro de las plumas de cristal’ (1970)- que en su día lo convirtieron en referente de ese subgénero conocido como ‘giallo’, y compuesto de misterios criminales hiperbólicos e hiperestilizados. Mientras acompaña a una prostituta ciega que huye de un asesino en serie ayudada por un perro guía y un huérfano chino, la nueva película no ofrece ni rastro de las atmósferas perpetuamente alarmantes, ni de la forma sabia y malsana de mirar con la cámara ni de la violencia intoxicante y hermosa que nunca faltaron en el mejor cine de su director. Dicho esto, larga vida a Dario Argento.

Al británico Peter Strickland se lo suele considerar discípulo de Argento, pero lo cierto es que es uno de los directores actuales más inclasificables. Y su nueva película, también estrenada este viernes fuera de competición en el certamen alemán, quizá sea la más inclasificable de su carrera. ‘Flux Gourmet’ habla de un colectivo dedicado a ofrecer servicios de 'catering' sonoro, e incluye imágenes de atentados terroristas cometidos por mimos, doctores de parecido sorprendente al señor Burns de ‘Los Simpson’, colonoscopias a pantalla completa, manifestaciones del síndrome de Pica, sudorosas orgías y supuestos actos de coprofagia. Hay que verla para creerla. Hay que verla, punto. 

Un concurso decepcionante

Tanto en sus películas de ficción como en sus documentales, el austriaco Ulrich Seidl suele seguir el mismo método: se fija en el tipo de personajes que pueden considerarse blancos fáciles -seres humanos crédulos, ignorantes, fanáticos, discapacitados, horteras, perdedores- y, tras reírse de ellos, los castiga. ‘Rimini’, la película con la que este año aspira al Oso de Oro, también se ajusta a esa fórmula. Y durante la mitad de su metraje, contemplar las evoluciones de su protagonista -un tipo llamado Richi Bravo que a ratos canta para ancianas y a ratos se acuesta con ellas por dinero- resulta tan repugnante como francamente divertido. Al rato, sin embargo, resulta inevitable preguntarse: ¿qué sentido tiene esto?

Es exactamente la misma pregunta que genera ‘Everything Will Be Ok’, segunda de las cuatro películas a concurso presentadas aquí este viernes. Su director, el camboyano Rithy Panh, se dio a conocer gracias a varios documentales magníficos en las que reflexionaba desde ángulos diversos sobre el genocidio cometido en su país por los Jemeres Rojos. Y cuando se le agotó el tema dirigió ‘Irradiés’, lamentable remedo de los cine-ensayos de Jean-Luc Godard y Chris Marker con el que quiso hacernos saber que -así, en general- el ser humano es monstruoso. Que su nuevo trabajo recorra esos mismos derroteros resulta decepcionante, aunque no tanto como el cuarto largometraje de Ursula Meier, que también aspira a premio en la Berlinale. Considerando cuánta habilidad ha demostrado la directora francesa a lo largo de su carrera a la hora de retratar familias disfuncionales, es una lástima cómo ‘La ligne’ desaprovecha su prometedora premisa -una joven recibe una orden de alejamiento de su madre tras dejarla medio sorda de una paliza- a base de giros argumentales estúpidos y una interpretación cada vez más insoportablemente caricaturesca de Valeria Bruni-Tedeschi.

Violencia en México

Visto lo visto, la única de las películas presentadas en esta jornada que debería contar cara al palmarés es la ópera prima de la directora Natalia López Gallardo, ‘Manto de Gemas’, una mirada fría pero rotundamente conmovedora a la violencia endémica que azota México.