Adaptación: Eduardo Galán

Reparto: Ariana Martínez, Marcial Álvarez, Pere Ponce, Francesc Galcerán, Esther Isla, David Huertas

En el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán, Secuencia 3 presenta la adaptación teatral de Los Pazos de Ulloa, en versión de Eduardo Galán y bajo la dirección de Helena Pimenta.

Considerada por muchos como una de las mayores novelas españolas del siglo XIX, y sin duda la referencia principal dentro de la amplísima bibliografía de Emilia Pardo Bazán, Los Pazos de Ulloa habla tanto de la vida rural en Galicia como de la nobleza venida a menos.

La versión teatral que proponemos de Los Pazos de Ulloa es un alegato contra la violencia y la crueldad, centrándose en el enfrentamiento entre el deseo, la pasión y el amor, la violencia rural del mundo caciquil y la cortesía y las buenas maneras de la ciudad (Santiago de Compostela). Por la obra desfilan un cacique, una curilla con pasiones contenidas (como el célebre El pájaro espino), una mujer enamorada…

Don Julián, un cura tímido y apocado, criado -por ser hijo de la sirvienta de la casa- en el seno de la familia del señor de La Lage en Santiago, llega a los Pazos de Ulloa para ponerse al servicio del marqués de Ulloa, don Pedro Moscoso. Allí se encuentra con una situación terrorífica: la crueldad de don Pedro y de su capataz, Primitivo, con Perucho, el niño de cinco años hijo de la criada, Sabela, y del propio don Pedro a quien dan de beber vino hasta emborracharlo, con el consentimiento de la madre, Sabela, la criada sensual y barragana del marqués. Don Julián intenta oponerse, pero le falta coraje y personalidad. Descubrirá, además, que el niño es nieto de Primitivo. No puede comprender tanta crueldad con un niño. A partir de este fuerte comienzo de la obra, la acción transcurre mostrando la realidad social de la tierra, del campo, de la convivencia: el caciquismo, la violencia, las pasiones sexuales desatadas, las amenazas, la política rural, la barbarie, una finca en la que las cuentas no se han llevado con corrección. Don Julián debe hacerse cargo de la contabilidad de los Pazos y al mismo tiempo intentar adoctrinar a unas gentes que viven alejadas del catolicismo, del amor al prójimo y la caridad. A fin de acabar con el amancebamiento de don Pedro, don Julián le convence para viajar a Santiago a pasar una temporada con su tío, el señor de La Lage, con la intención de que pueda enamorarse de algunas de sus primas y casarse en santo matrimonio. Las escenas de Santiago muestran el contraste entre la vida rural salvaje y la vida ordenada, educada y serena de la ciudad. Allí el marqués se vuelve a encontrar con sus primas tras muchos años sin verlas. Ya son veinteañeras y están en edad casadera. Aunque la que le atrae -y mucho- es su prima Rita, no acaba de decidirse por ella, porque la ve demasiado liberal y abierta a los piropos de los hombres. En fin, se ve su carácter celoso y posesivo. Por lo que don Julián le puede convencer para que se case con la hermana pequeña, su favorita, Nucha, débil y no tan bella ni sensual como Rita. Una vez celebrado el matrimonio, don Julián vuelve a los Pazos para preparar la llegada del marqués. Allí parece que reina la tranquilidad y que, además, Sabela se va a casar con un lugareño y abandonará los Pazos. Evitaría así la provocación y la lujuria que la joven provoca en don Pedro. Sin embargo, los planes no salen como quería el curilla. Regresa don Pedro con Nucha, su mujer, y se instalan en los Pazos. Pronto Nucha se queda embarazada, pero da a luz a una niña, lo que provoca el distanciamiento de don Pedro por no haber tenido un hijo varón. Esta situación más la voluptuosidad de Sabela consiguen que don Pedro abandone sus deberes conyugales y se entregue de nuevo a Sabel, la criada. Don Julián, absolutamente enamorado de Nucha, intenta ayudarla a escaparse con la niña de los Pazos y por primera vez en la obra saca el carácter y se enfrenta a don Pedro. Combate que pierde y es expulsado de los Pazos a una iglesia perdida en lo más profundo de la Galicia rural. El drama está conseguido. El final es una sorpresa que nos regala doña Emilia y que no desvelamos. En la adaptación comenzamos con un flas-back, con don Julián contando como hace muchos años fue enviado a los Pazos… Final y presente se unen. En medio, la historia de Los Pazos de Ulloa.

En lo del cura enamorado coincidió doña Emilia Pardo Bazán con la famosa novela de Clarín, La Regenta, ambas de estilo naturalista (que, procedente de Francia, tanto marcó la literatura de finales del siglo XIX con el determinismo biológico y social de los personajes). Don Fermín de Pas, en Clarín, y don Julián en Pardo Bazán. Dos curas muy distintos: el primero, corrupto y seguro de sí mismo, y el segundo, inseguro, asustadizo y dotado de un generoso corazón.

El feminismo latente en Los Pazos de Ulloa se debe a la propia personalidad de Emilia Pardo Bazán, primera mujer catedrática de Universidad de España, primera mujer socia del Ateneo de Madrid y de la SGAE, fundadora de revistas, novelista, seguidora de la novela naturalista, precedente del lenguaje de Valle Inclán; dramaturga, ensayista, cronista cultural y de la política madrileña en la prensa de su época, candidata a académica de la RAE que no fue elegida por ser mujer. Nacida en A Coruña, viajó por toda Europa, permaneció temporadas en Santander y en Barcelona (en donde conoció al intelectual Lázaro Galdiano, con quien mantuvo una importante relación amorosa a pesar de la que mantenía con el también novelista Pérez Galdós), vivió más de treinta y cinco años en Madrid.

Los Pazos de Ulloa fue publicada en 1886. Continúa en una segunda parte titulada La madre naturaleza, de 1887. Se trata, dentro del realismo literario español, de la novela que mejor ejemplifica la corriente naturalista, al reflejar la aceptación de las teorías positivistas aplicadas a la literatura por el escritor francés y padre del naturalismo Émile Zola. Refleja las contradicciones de la autora y de la sociedad de su época. Pretendidamente naturalista (y considerada como tal por la crítica de su época), la novela también presenta elementos de la novela realista e incluso gótica. La intención de la autora era crear un «Naturalismo católico», lo cual se puede ver claramente en algunos elementos de Los Pazos de Ulloa. Por un lado, el «temperamento linfático» de Julián le incapacita para cualquier tipo de heroísmo: esto es naturalismo en estado puro, la biología determina el carácter. Sin embargo, y en cierto modo contradictoriamente, en la descripción de Nucha la causalidad se invierte. La salud de Nucha sufrió por su devoción; de joven agotó sus fuerzas llevando en brazos a su hermano, y luego cayó enferma de nostalgia cuando la alejaron de él. La importancia del alma y las emociones en Nucha apoyan la convicción de Pardo Bazán (expresada en La cuestión palpitante) de que la vida humana se forma a partir de la fatalidad y la voluntad, mientras que la naturaleza se forma sólo a partir de la fatalidad.

En fin, muchas contradicciones en la novela, fruto de las contradicciones de doña Emilia: feminista y conservadora (llegó a defender el carlismo), católica y a la vez apasionada en el sexo fuera del matrimonio, seguidora de la libertad del catolicismo y al mismo tiempo seguidora del naturalismo determinista por herencia biológica y vivencias sociales. ¿Pero qué es la vida si no una contradicción entre la existencia y la ausencia de existencia?