A todos nos gusta el teatro, aunque quedarse encerrado en una sala durante la noche, puede conllevar sorpresas.

En tales circunstancias, el espacio se transforma: el ajetreo del público y las compañías quedan sustituidos por la oscuridad absoluta, las puertas cerradas, los ruidos misteriosos y el crujir de la madera del viejo escenario.

El ya de por sí poco edificante panorama se complica si, de repente, te das cuenta de que no estás solo. Y del susto inicial pasas a la incomodidad, y de ahí, a la constatación de que te ves obligado a mantener una convivencia forzosa —durante las horas que restan hasta el amanecer—, con una completa desconocida.

Mientras os vais conociendo y buscando soluciones a una improbable salida, la madrugada avanza teñida de sorpresas, misterios, trampas e improvisados homenajes a la historia del teatro.

Es entonces cuando piensas con inquietud, tras cada acontecimiento: ¿Y ahora qué?.