La finca La Hacienda de El Cordobés, en la carretera de Villaviciosa, quedaba muy cerca de Córdoba y era constante el peregrinaje de gente que subía andando, en bicicleta o en ciclomotor. Era tal la afluencia de personas que querían saludar y conocer a Manuel Benítez que se convirtió en un agobio insoportable. Entonces, el torero decidió comprar la finca de Villalobillos, en el término de Almodóvar del Río, a unos treinta kilómetros de la ciudad, y encargó al arquitecto Rafael de la Hoz Arderius que le levantase una confortable vivienda con jardín, pistas de tenis, piscina y plaza de tientas.

Pensó El Cordobés que como esta nueva vivienda estaba más lejos, más perdida en la Sierra, el acceso no sería tan constante. Pero el imán del ídolo atraía a todo el mundo con la misma fuerza.

El 18 de octubre de 1965, cuando estuvo terminada la casa y el entorno, para celebrar el éxito de la temporada que acababa de concluir, con el récord de 111 corridas toreadas, aprovechó e inauguró Villalobillos con una fiesta de las suyas. No faltó cante, baile, comida y toreo. Los invitados, entre familia, amigos y prensa de medio mundo, superaron el medio millar. El torero estaba contento y quería que todo el mundo lo estuviera.

La legión de maletillas era enorme. A todos los invitó a comer y ordenó encerrar varias vacas porque quería que todos tuvieran la oportunidad de torear.Sobre mediodía comenzó la fiesta campera en la placita de tientas con que cuenta finca. Las vacas salieron fuertes y con cara y Benítez se las entendió con ellas auxiliado por el matador de toros Dámaso Gómez y los novilleros Rafael Poyato y ‘El Barquillero’. En medio de la alegría y la broma de soltar varias vacas a la vez, hubo que lamentar la cornada que recibió en el muslo derecho, uno de los aficionados, Cristóbal Balmiza ‘El Iznajeño’.

Manuel acudió a hacerle el quite a cuerpo limpio. Enseguida El Cordobés ordenó que en uno de sus coches fuera trasladado a Córdoba a casa del prestigioso cirujano taurino Antonio Ortiz Clot.

La fiesta siguió por la tarde-noche con una sesión flamenca donde no faltó el cante y el baile.

De esta manera sencilla y cordial celebró Manuel Benítez el final de su exitosa temporada de 1965, que pasó a los anales de la fiesta de los toros. Este año no hizo temporada americana porque se operó el 12 de diciembre del tendón del bíceps del brazo derecho.

TEMPORADA DEL PRIMER RÉCORD

En esta temporada de 1965, que consiguió el récord de 111 corridas de toros, superando el de 109 que ostentaba Juan Belmonte, mató 227 toros, cortando en total 197 orejas y 28 rabos. Recorrió, aproximadamente, entre el avión y el coche 60.000 kilómetros. Y batió otro récord al lograr torear en agosto 31 corridas, una cada día, matando 64 toros con 51 orejas y 10 rabos cortados. En Madrid, en una sola corrida, cobró algo más de 2.800.000 de pts.

Este récord alcanzado de 111 corridas de toros toreadas lo pulverizó, cinco años después, en la temporada de 1970 al conseguir torear 121 corridas.