Las tres religiones monoteístas -cristianismo, judaísmo e islamismo- que se asientan en el Mediterráneo, obedecen a distintas leyes, que imponen la primera diferenciación entre las respectivas cocinas. Ninguna prohíbe absolutamente el vino, pero la mahometana castiga la embriaguez y la judía, lo limita a la celebración del sabat y otras fiestas; habitualmente, no figura en la mesa.

Actualmente, mientras más cultos son los países que profesan estas religiones, más aumenta el uso del vino. Estas cocinas se diferencian de la cristiana en el modo de matar a los animales, el día, la hora o la forma de salar los alimentos, pero en la cocina cristiana, la utilización del vino durante la elaboración del plato es determinante. Trasciende su uso convencional como aperitivo o como acompañamiento de platos en la mesa; en la cocina se usa como ingrediente, responsable de aromas, aderezos, fórmulas y técnicas. El vino para adobar, para macerar, para ablandar o desengrasar.