Corrían otros años, años atrás, cuando salir a pasear en una preciosa tarde de primavera por la campiña cordobesa era una auténtica delicia.

Campos interminables de un verde intenso, aquel que solo el trigo sabe darle color. Sisones mostrándose en cortejo, bandos interminables de alcaravanes, el sonido de la carraca desde el viejo cortijo, ir y venir de aguiluchos cenizos entrando y saliendo de sus nidos, cientos de pequeños pajarillos adornando la tarde con su sonido, y como no… nuestras avutardas mostrándose en su máximo esplendor.

Y digo nuestras avutardas, porque siempre las he considerado cercanas a mí, a mi población, así que no puede ser de otra manera. Pero… aquello eran otros tiempos…

Apenas unos años después la campiña cordobesa ha cambiado brutalmente. Donde antes perdías la vista mirando el cereal (lo que tradicionalmente se ha conocido como estepas cerealistas), ahora hasta se hace difícil ver. El olivar ha irrumpido con fuerza y rapidez. Este cambio de cultivo ha transformado fuertemente el paisaje, sus habitantes y los hábitos de las pocas aves esteparias que quedan en él. El cereal es sustituido por otros cultivos, más rentables y mejor subvencionados como el olivo y el almendro. Los linderos, que son las franjas estrechas de vegetación que aparecen entre distintas parcelas agrícolas, muy querenciosas para estas aves, son casi inexistentes. Los arroyos se ven desprovistos de vegetación y la cubierta vegetal del suelo es prácticamente inexistente.

Por aves esteparias se entienden todas aquellas que son propias de medios abiertos, prácticamente sin arbolado, en relieves llanos o suavemente ondulados. Para entenderlo solo hay que pensar en cómo era años atrás la campiña de Córdoba… un basto terreno de lomas interminables, donde se alternaban los cultivos de secano, el cereal daba paso al girasol y había cabida para el rastrojo y para el barbecho. Suelos fértiles y productivos, donde las aves convivían con las prácticas agrícolas tradicionales. Pero para estas, para las aves esteparias, corren muy malos tiempos, están desapareciendo en silencio. Como máximo exponente de ellas podemos incluir al aguilucho cenizo, al sisón, a la carraca, al cernícalo primilla y a la avutarda. A todas ellas no las veremos majestuosas sobrevolando las montañas como las águilas reales o los buitres ni emitiendo melódicos cantos en las copas de los árboles. Muchas de nuestras aves esteparias tienen costumbres retraídas y su plumaje críptico contribuye a ello. Este grupo necesita campos de cereales y prácticas agrícolas tradicionales para sobrevivir. Pero por desgracia esto hace ya tiempo, ha dejado de ser una realidad. Y este cambio de realidad les está afectando muy negativamente. Como ejemplo de la tremenda situación por la que están pasando las aves esteparias pondremos a nuestro pequeño núcleo de avutardas, que se asentaba entre los municipios de Córdoba y Bujalance. En los primeros años del presente siglo aún sobrevivían unos 30 ejemplares de estas impresionantes aves, pero dicho grupo fue perdiendo ejemplares año tras año, a la vez que se iban perdiendo parcelas de cereal y dándose paso a un olivar cada vez más intensivo. Sobre 2006 solo quedaban una docena de avutardas en estas tierras. Ante la previsible desaparición de las últimas avutardas de la campiña cordobesa, la Consejería de Medio Ambiente estableció un programa de Conservación de Aves Esteparias en la zona. Las principales medidas de conservación de dicho plan consistían en establecer convenios de colaboración con las fincas donde se asentaban las últimas avutardas e implantar en ellas pequeñas parcelas de cultivos favorables para estas grandes aves como son las leguminosas. También se instalaron bebederos, que son beneficiosos tanto para las aves esteparias como para las especies cinegéticas de la campiña. Estas sencillas y baratas medidas de conservación muy pronto dieron sus frutos y a los pocos años la población de avutardas de la campiña se había duplicado y los agricultores de la zona se mostraban satisfechos y orgullosos de «sus» aves esteparias.

Por desgracia la famosa crisis económica también afectó de lleno a las partidas presupuestarias dedicadas a la conservación de la naturaleza, y en concreto a las destinadas a la conservación de las aves esteparias. De forma que no se renovaron los convenios con las fincas donde se refugiaban las avutardas, se perdieron las parcelas donde se alimentaban y los bebederos que saciaban su sed. Todo ello unido al cambio de cultivos en esta zona, donde el olivar ha ido ganando terreno a costa de pérdida de parcelas de cereal y leguminosa y la consecuente pérdida de biodiversidad. Hoy día y lamentablemente, solo se ve una única pareja de avutardas, donde hace tan solo unos años se asentaba un grupo de unos 20 individuos.

La recuperación de las avutardas y otras aves esteparias es posible y fácil, como lo demostró el programa de conservación de la Consejería de Medio Ambiente mientras estuvo financiado, solo haría falta que las medidas agroambientales de la PAC se dedicaran para lo que fueron creadas. En este sentido, urge que los responsables de Medio Ambiente y Agricultura gestionen, al menos parte de estos fondos con unos criterios adecuados y en beneficio de las aves esteparias, primando a aquellos agricultores sobre los que realmente recae la responsabilidad de conservar las últimas avutardas andaluzas y otros animales y plantas que forman parte de nuestro legado ambiental y cultural.

Avutarda común

Es la mayor de las aves esteparias. Los machos pueden superar los 15 Kg de peso, lo que les sitúa en el límite de la capacidad de vuelo. Debido al gran peso, su arrancada para el vuelo es lento, este es el motivo que ha originado su nombre, es decir, ave que tarda en remontar.

En la época de celo, los machos se concentran en áreas concretas del territorio, denominado ledk, donde realizan la «rueda» que consiste en un despliegue y exhibición de su llamativo plumaje para atraer a las hembras.

Los grandes machos poseen a su vez prominentes «barbas», que suministran información a los posibles competidores y a las hembras, de su edad y peso.

Sisón

Esta ave comparte muchas de las características adaptativas con la avutarda. Durante el celo, el cuello de los machos adquieren una llamativa coloración: sobre el plumaje negro aparece dos bandas blancas, una en la parte superior en forma de V y otra longitudinal en la parte inferior. A medida que avanza el verano estas llamativas plumas irán desapareciendo para asemejarse a las crípticas hembras. Durante este período los machos se sitúan en zonas llamativas y comienzan a emitir un repetitivo “prreet”. Su nombre le viene dado por el sonido (siseo) que producen el batir de sus alas.

Ganga Ortega e ibérica

Pterocles, un término griego que puede ser traducido como «notables por sus alas», ya que son aves muy veloces.

Ambas especies son tan bellas como discretas. Sus costumbres retraídas las hacen difíciles de observar. Realizan largos desplazamientos para acudir repetidamente a los mismos bebederos y a las mismas horas. Este hábito predecible, ha sido aprovechada por el hombre para cazarlas intensamente.

El plumaje ventral de los machos está especialmente diseñado para retener y transportar agua hasta sus nidos para sus polluelos.

El canto de la ganga ortega es un «churr, churr» lo que le ha servido para denominarla popularmente como «churras o turras».

El canto de la ganga ibérica es un «gaaa, gaaa», de ahí también su nombre.

Las poblaciones más importantes de la ganga ortega en Andalucía se encuentra en el sector oriental mientras que la ganga ibérica se concentra fundamentalmente en el área de Doñana, y en algunas áreas del entorno de Osuna y la comarca del Valle de los Pedroches.

Aguilucho cenizo

Es una rapaz migradora cuyos contingentes comienzan a llegar a la península ibérica bien entrado el mes de marzo, después de haber cruzado el desierto del Sahara a lo largo de unos 2.500-3.000 kilómetros.

Dada su alimentación a base de insectos y roedores, entre otros, los aguiluchos cenizos son un os de los mejores aliados para los agricultores. Pero sus hábitos de nidificar en el suelo, entre campos de cereal, es también una de sus principales amenazas, ya que muchos de sus polluelos son eliminados por el paso de las cosechadoras.

La comunidad de Andalucía ostenta el privilegio y la responsabilidad de contar con la mayor población de esta especie en España, con cerca de 700 nidos localizados, de los cuales 63 corresponden a la provincia de Córdoba para el 2016.

Cernícalo primilla

De aspecto similar al cernícalo vulgar, este pequeño halcón tiene algunos rasgos y hábitos que lo diferencian de su hermano mayor.

El cernícalo primilla se encuentra amenazado y muy vinculado a los medios esteparios.

Regresa a España en primavera, después de haber pasado los meses más gélidos al sur del Sahara.

Son rapaces gregarias, que crían en colonias (generalmente construcciones humanas como torreones, cortijos abandonados, etcétera.)

Un rasgo singular de esta ave es el color blanco de las uñas, ya que en el resto de las rapaces es de color negro.

Carraca europea

La carraca es un ave singularmente bella por la vistosidad de sus plumas de intenso color azul y castaño. Podría pensarse que estamos ante un llamativo pájaro tropical pero es realmente un ave mediterránea.

Su canto, no obstante, no es especialmente melódico, y de ahí viene su nombre, por el sonido que emite, similar al de una carraca de madera. Es migrador trasahariano que llega a la península bien avanzado el mes de abril. Le gusta criar en huecos de árboles viejos o de cortijos abandonados. En el año 2012, la SEO (Sociedad Española de Ornitología) la declaró ave del año por el alarmante descenso de sus poblaciones, estimadas en un 40%.

(*) Miryam Pérez Lara, técnico superior en Gestión Forestal y del Medio Natural, naturalista, miembro de la Sociedad Ibérica para la Conservación de Ecosistemas (Siece) y fotógrafa de naturaleza, se encuentra realizando un proyecto fotográfico sobre estas aves para estudiarlas y acercarlas, a través de las imágenes, al mundo rural y urbano. «Hay que sacar a estas aves del anonimato popular». «Los habitantes de los núcleos rurales, de las que dependen estas aves, deben de empezar a mirar con otros ojos a estas joyas zoológicas que pueden desaparecer para siempre en un breve plazo de tiempo si no se atajan los problemas».