En la Iglesia de Santiago de Lucena existe una columna distinta al resto. En su capitel hay esculpida una hoja de parra, y según una leyenda del siglo XVI, estaría señalando la entrada de un túnel secreto. El mismo conectaría entre sí las antiguas sinagogas de la ciudad, y conduciría hasta una misteriosa cámara donde se hallaría, nada más y nada menos, que la tumba de Noé. Sí, aquel personaje del Antiguo Testamento que construyó un arca para poner a salvo una pareja de cada especie animal durante el Diluvio Universal. ¿Qué simboliza la hoja de parra? Y lo más desconcertante quizás, ¿qué diantres tendrá que ver el arca de Noé con la provincia de Córdoba?

Según el Génesis, después de los cuarenta días de lluvia continua, la embarcación se posó sobre la cumbre del monte Ararat, y allí Noé sembró una vid para alimentar a los pocos supervivientes. Teniendo en cuenta que la vid no deja de ser una parra podada de manera diferente, eso explicaría la relación entre el curioso símbolo de la columna de la Iglesia de Santiago y el considerado por la tradición judeocristiana como el primer viticultor de la historia. Hasta aquí es fácil de explicar. Ahora, vamos con lo más complicado, ¿desde cuándo tiene Noé parientes en Lucena?

Es de sobra conocido que entre los siglos IX y XII, en esta ciudad cordobesa se encontró la academia rabínica más importante del mundo, lo que le valió para ser considerada la perla de Sefarad. También que, durante el califato, fue un referente cultural imprescindible, tejiéndose numerosas relaciones entre los intelectuales musulmanes cordobeses y la academia sefardí. Lo que quizás no esté tan extendido es que en 1148, cuando Lucena cayó en manos de los almohades, el mundo judío lloró su pérdida como una auténtica tragedia, tan sólo equiparable a las dos destrucciones del templo de Salomón. El motivo podría estar relacionado con la vieja tradición hebrea que afirmaba que cuando el rey babilonio Nabucodonosor II destruyó el primer templo de Jerusalén y convirtió a los semitas en sus esclavos, algunas familias lograron escapar. Huyeron hasta una tierra sagrada para ellos, el lugar donde descansaban los restos de su antepasado Noé, y allí fundaron una ciudad a la que llamaron Eliossana.

Lucena es la castellanización de Al-Yussana, nombre árabe que guarda gran similitud con Eliossana. Si analizamos la genealogía de Noé, comprobaremos que su nieto Javán tuvo cuatro hijos, que en las Sagradas Escrituras aparecen mencionados de dos en dos, como si fueran gemelos: por un lado Quitim y Rodanim, por otro Elisá y Tharsis. Teniendo en cuenta que el Antiguo Testamento está escrito en clave, y que sus protagonistas personifican a las tribus de Israel, sería lógico pensar que dos personajes que se nos presentan como gemelos podrían estar representando a dos pueblos geográficamente próximos. Entonces, si como aceptan la mayoría de los historiadores Tharsis es la antigua Tartessos, no sería descabellado pensar que Elisá o Eliossana estuviera ubicada en el centro de la actual Andalucía. Ahora bien, si Lucena era Eliossana, ¿por qué pensaban esos fugitivos judíos que la tumba de Noé podría hallarse precisamente aquí?

Porque según sus creencias, la Sierra de Aras o de Araceli, situada unos seis kilómetros al sur de la población lucentina, podría ser el citado monte Ararat. Aunque siempre se ha pensado que este escenario bíblico estaría ubicado en un antiguo volcán situado en la frontera entre Turquía y Armenia, numerosos indicios han llevado a investigadores como Carlos Chevallier -asesor de prensa de la embajada de Japón en España- a plantear la posibilidad de que, en realidad, se encuentre en la provincia de Córdoba. Uno sería la toponimia, pues el parecido entre Aras y Ararat es incontestable. Otro, el hecho de que el monte sobre el que se alza la ermita de la Virgen de Araceli ha sido un lugar mágico-sagrado para el hombre desde los albores de la humanidad. No debemos olvidar que se sitúa en el centro geográfico de Andalucía, y que desde su cumbre se divisan más de treinta pueblos y tierras pertenecientes a cinco provincias: Córdoba, Sevilla, Granada, Jaén y Málaga. Además, en su ladera se halla la Cueva del Ángel, un santuario paleolítico con una antigüedad superior a cuatrocientos mil años, y el único datado en España como residencia permanente de homínidos durante más de tres mil siglos.

Todo lo anterior nos lleva a pensar que quizás fue ese el valioso tesoro que el pueblo hebreo tanto lamentó perder en el siglo XII, cuando el brillo de la perla de Sefarad se apagó para siempre tras la conquista almohade. En 2006, la construcción de la ronda sur provocó el descubrimiento accidental de una necrópolis hebrea de los siglos X y XI, noticia que atrajo a nuestra tierra a decenas de judíos neoyorquinos. Quién sabe si en el futuro, el subsuelo de Lucena podría reservarnos una sorpresa tan mayúscula como el hallazgo de una de las tumbas más buscadas de la historia.

(*) El autor es escritor y director de «Córdoba Misteriosa». Puede seguir su trabajo en www.josemanuelmorales.net