Hay que reconocerle a Donald Trump, el rostro más visible de la era de la posverdad, que en algo no mentía cuando se postulaba para dirigir el país más potente del planeta y lanzaba promesas alegremente sin fundamentar: su llegada a la Casa Blanca, tal y como anunció, ha generado trabajo. Al menos, lo ha hecho entre los profesionales del humor, que en las últimas semanas han convertido al nuevo inquilino del Despacho Oval en la diana de sus dardos y parodias. De México a Holanda, de Colombia a Estados Unidos y de España a China, no hay país en el mundo que no cuente ya con su imitador oficial -o su prole de imitadores- del presidente norteamericano, convertido a estas horas en el monigote de una caricatura global, el protagonista de un chiste sin fronteras, la sátira en la que no se pone el sol.

Trump ha llegado asustando con sus modales y metiendo miedo con sus amenazas, pero el planeta ha contestado riéndose en su cara a partir de los remedos del magnate del tupé de vainilla que con urgencia han servido cómicos y caricaturistas de los cuatro puntos cardinales. Una forma como otra cualquiera de decirle no y ejercer la resistencia ante sus desmanes.

En su país, incluso, figuras tan ajenas al humor como la actriz Meryl Streep, los intérpretes Johnny Depp y Bruce Willis o el ex jugador de la NBA Dirk Nowitzki se han atrevido a ridiculizarlo disfrazándose de él, aunque el que ha conseguido sacarlo de sus casillas ha sido Alec Baldwin, cuyas parodias en el programa Saturday night live acabaron provocando la ira del empresario en forma de tuit despreciativo.

En poco más de un mes al frente de la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump ha mandado construir un muro para aislar su país, ha tumbado el servicio público de salud y ha dinamitado el equilibrio comercial internacional. Nunca el poder se ejerció desde la Casa Blanca con tanto ordeno y mando, pero tampoco antes un presidente norteamericano fue tomado tan a guasa.

Como si la burla y la ironía fueran las únicas armas con las que hacer frente a sus despropósitos, en el programa satírico holandés Zondag met Lubach, de la televisión holandesa VPRO, han propuesto «crear un océano para separar los Países Bajos de México, pagado por los mexicanos» -el vídeo paródico lleva cinco millones de visitas en Youtube- y en Hong Kong es posible encontrar a imitadores anónimos de Donald Trump y el líder norcoreano Kim Jong-Un yendo de la mano en el metro como dos compinches capaces de hacer volar el planeta. La careta de Trump está llamada a ser la máscara más demandada en los próximos carnavales.

La peor opinión

En España, además, se ha producido un hecho paradójico: la firma de sondeos Ipsos asegura que los españoles tenemos la peor opinión de Trump de todo el mundo, pero en las últimas semanas se ha producido una eclosión de imitaciones del magnate. Humoristas como Los Morancos, José Mota, Raúl Pérez, Javier Gurruchaga, Chema Trueba y Joaquín Reyes se han lanzado a crear sus personales versiones de Trump en programas de tele, ‘shows’ teatrales y vídeos de Youtube. Y con gran éxito, a juzgar las reacciones del público.

«Es verme salir disfrazado de Trump, y en el patio de butacas se oye una carcajada unánime. La gente tiene unas ganas locas de reírse de él, se nota», cuenta César Cadaval, encargado de dar vida al inquilino de la Casa Blanca en el ‘show’ que Los Morancos pasean por los teatros, así como en el vídeo que la pareja de humoristas ha creado para internet, con su correspondiente canción paródica. «Todo empezó por una broma, porque decían que me parezco a él, pero el vídeo ya lleva tres millones y medio de visitas y desde Latinoamérica nos felicitan por atrevernos a azotarle con la alpargata en el culo», revela Cadaval.

Dando de lado al temor que genera su figura, los profesionales de la caricatura reconocen que les ha tocado la lotería con la irrupción de un personaje tan histriónico como Trump en la escena política mundial. «Es un regalo, no hay más que verle y oírle para tener la parodia hecha al instante, porque él mismo es una parodia andante», señala Raúl Pérez, experto en emular a multitud de personajes públicos. A fuerza de estudiar al empresario en decenas de vídeos, el cómico cree haberle pillado el tranquillo. «Sus morritos en plan selfi, sus índices apuntando al cielo, como esperando un Donut, y sus movimientos de brazos de acordeonista, lo ponen fácil», dice, aunque reconoce que cada noche que lo imita en ‘Latemotiv’, el programa que dirige y presenta Andreu Buenafuente en #0, ha de pasar tres horas en la sala de maquillaje..

Ante Trump, según sus imitadores, el reto consiste en hilvanar una caricatura que sea capaz de superar al original, y no parece tarea fácil. «El personaje es oro puro para un humorista, pero su presencia es tan exagerada y lo que suelta por su boca suena tan bestia que a veces nos resulta difícil llevarlo al extremo, que es lo que persigue la parodia, porque él ya llega por sí solo», analiza Chema Trueba. A la vista del éxito que alcanzó la pantomima del presidente norteamericano que hizo en el programa ‘El Intermedio’, el cómico decidió crear un ‘show’ basado en su figura, titulado ‘Trump. Dios salve a América’. Trueba se inspira en los informativos, que suele escuchar con una libreta en la mano para anotar las burradas que lanza el empresario y buscarle vueltas hilarantes, pero reconoce que a veces le cuesta ir más allá.

Dispuesto a no dejar títere con cabeza, Trump ha logrado dinamitar también los límites de la corrección política, incluso en el humor. Con él como excusa, los chistes zafios, racistas y homófobos están admitidos, hay barra libre. «Es un tipo grotesco, hortera, ridículo, pasado de rosca. Un mequetrefe. Me recuerda al último Elvis, el del concierto de Las Vegas, solo que Elvis no me daba miedo y este sí», afirma Javier Gurruchaga. Para celebrar el 40 aniversario de la Orquesta Mondragón, el músico ha montado un show al que ha incorporado una parodia del líder republicano.

En las reflexiones que hacen los imitadores de Donald Trump sobre el nuevo presidente de Estados Unidos se detecta beligerancia. Sus parodias no solo buscan provocar la risa, también persiguen agitar las conciencias, y los autores de estos pellizcos satíricos no lo disimulan.

«Trump representa todo lo que un ser humano civilizado es capaz de detestar, y la risa puede ser un buen instrumento para canalizar ese odio y darle forma», analiza Rapa Carballo. «Los que parodiamos a Trump, en el fondo, somos los Lee Harvey Oswald del humor», dice el cómico en referencia al francotirador que asesinó al presidente John F. Kennedy. Y añade: «Esta es nuestra munición, no pararemos hasta acabar con él».