El lunes 11 de noviembre los astrónomos de más de medio mundo (continentes americano, africano, europeo y Asia Occidental) disfrutaron de un acontecimiento no muy común. Ese día, con precisión matemática, vimos a Mercurio pasar por delante del Sol. Es lo que se conoce como un ‘tránsito’, algo como un ‘mini-eclipse’. Durante unas cinco horas y media el pequeño planeta atravesó lentamente el disco solar, atrayendo la mirada de profanos, estudiosos y curiosos de multitud de lugares. Desgraciadamente en España las condiciones meteorológicas no acompañaron, pero aún así se han conseguido buenas imágenes del evento.

LA TOMA DE JOHN CHUMACK

Una de las tomas más espectaculares es la obtenida por el astrónomo aficionado John Chumack desde Nueva Jersey (Estados Unidos) que mostramos aquí y que fue seleccionada el jueves pasado como ‘Imagen Astronómica del Día’ de la NASA (Agencia Estadounidense del Espacio). La imagen se obtuvo usando un telescopio solar especial que permite pasar sólo la luz muy concreta del hidrógeno (la famosa línea espectral del hidrógeno-alfa, a una longitud de onda de 6563 Angstroms), junto con una lente especial que permitía aumentar el campo y conseguir casi todo el disco solar (la parte inferior está cortada) usando una cámara convencional de astrofotografía. Mercurio aparece como un puntito negro sobre la superficie naranja hacia mitad del disco solar.

Antes de profundizar en los detalles de esta imagen hay que recordar algo muy importante: es extremadamente peligroso observar al sol a simple vista, aún más con cualquier dispositivo óptico, salvo que tengamos con un instrumento fiable que permita hacerlo (un filtro o un telescopio específico para observación solar). Esto lo repetimos y lo decimos siempre, no sólo para los eclipses o tránsitos: la observación directa del Sol causa daños permanentes en la retina, provoca ceguera e incluso puede llegar a dejar ciega a una persona. Nuestros ojos no tienen células del dolor en la retina: se están quemando pero no nos damos cuenta. Quizá sea éste uno de los motivos por los que, antaño, se le tenía un gran pavor a los eclipses.

LA PROYECCIÓN

En realidad el método más seguro para realizar observación solar es mediante proyección: la luz del sol que pasa por un instrumento óptico (prismáticos, telescopio o un simple agujero en una cartulina) se proyecta sobre una pantalla. Aparece así el disco del sol (su tamaño dependerá del aumento del instrumento, muy pequeño en caso de usar el agujero, muy grande empleando un telescopio de gran tamaño). Sin embargo, dado lo diminuto que es Mercurio en comparación al disco solar (200 veces más pequeño), el método de proyección usando el agujero estaba descartado en este caso, y sería difícil encontrarlo incluso con prismáticos de baja calidad sin trípode.

Volviendo a la espectacular imagen: hay montones de cosas que se aprecian aquí. Lo primero que resulta llamativo es que el puntito negro que representa a Mercurio sea el único rasgo negro en todo el disco solar. En efecto, este año estamos viviendo un mínimo solar. El Sol posee un ciclo de unos 11 años en el que va variando de actividad. Esto es consecuencia del campo magnético del Sol, que se ‘va enredando’ al no ser el Sol un sólido-rígido como la Tierra y girar a distintas velocidades en el ecuador (26 días) y en los polos (32 días). La forma que tiene el Sol de ‘liberar’ en parte ese campo magnético acumulado es formando manchas en su superficie. Son regiones de menor temperatura, muchas veces dobles como los ‘polos’ de un imán. Ahora mismo no hay ninguna mancha solar en el Sol. Pero al final del ciclo, donde la energía magnética acumulada es enorme, aparecen cientos, algunas enormes. Al final del ciclo solar ocurre algo muy interesante: los polos magnéticos se cambian de lugar. Lo que antes era el polo norte pasa a ser el polo sur y viceversa. Comienza así un nuevo ciclo de 11 años.

Además, la imagen muestra la granulación solar: es consecuencia del gas caliente que sube del interior del sol (zonas más amarillas) y que luego se enfría y baja de nuevo (zonas más naranjas). En el limbo solar aparecen varias protuberancias solares, erupciones de materia, que tienen forma arqueada siguiendo los campos magnéticos. Cualquiera de ellas podría tragarse varias veces a la Tierra. El conjunto de protuberancias que se ve a la derecha tiene una longitud de más de 100 mil kilómetros, una vez y media el tamaño de Júpiter.

Los tránsitos de Mercurio son raros (aunque no tanto como los de Venus) porque sólo pueden ocurrir si en unos momentos muy concretos del año (8-9 de mayo y 10-11 de noviembre) Mercurio se cruza en medio. Esto es consecuencia de las órbitas de la Tierra y Mercurio: no están en el mismo plano, sino que tienen una diferencia de 11 grados. Por eso sólo esos momentos de la órbita de la Tierra son coincidentes con el plano de la órbita de Mercurio. En caso contrario tendríamos un tránsito cada 116 días, el tiempo aparente que necesita Mercurio para darle una vuelta al Sol, visto desde la Tierra. Podríamos ver un tránsito de Mercurio unas 3 veces por año. Pero en realidad sólo podemos disfrutar de ellos unas 13 veces por siglo de media (14 ocurren en total en el siglo XXI), ocurriendo en intervalos de 3, 7, 10 y 13 años. Efectivamente, el 9 de mayo de 2016 ocurrió el tránsito de Mercurio anterior, y el siguiente no sucederá hasta el 13 de noviembre de 2032.

LOS TRÁNSITOS DE PLANETAS

Los tránsitos de planetas (sólo Mercurio y Venus, los más internos a la Tierra) jugaron un papel fundamental en la historia de la Astronomía. Servían para calcular la distancia a los planetas, y de ahí la distancia de la Tierra al Sol. Esto fue clave en la Astronomía de los siglos XVII al XIX, particularmente con los esquivos tránsitos de Venus (sólo ocurren 2 cada 8 años separados por unos 110 años, unos 13 por milenio). La primera persona en observar un tránsito de Mercurio fue el sacerdote y astrónomo francés Pierre Gassendi el 7 de noviembre de 1631 (hace 400 años los días del cruce de las órbitas de la Tierra y Mercurio ocurrían un poco antes), siguiendo las predicciones del famoso astrónomo alemán Johannes Kepler. Estudiando los tránsitos de Mercurio hasta mitad del siglo XIX, el también francés Urbain Le Verrier encontró que el perihelio (el punto más cercano al sol de una órbita) de Mercurio se adelantaba poco a poco. Esto tuvo un gran impacto en nuestra comprensión de las leyes del cielo, no pudiendo explicarse hasta que Albert Einstein introdujera la Relatividad General.

En la actualidad los tránsitos más famosos son los de exoplanetas: estamos encontrando miles de planetas alrededor de otras estrellas observando de forma indirecta (la caída de luz de forma periódica) un tránsito en otros soles.