Hoy me he cortado el pelo en mitad de la carretera, con unas tijeras de las uñas. Me desprendo de una parte de ti al aprender a hacer solo lo que antes hacía contigo. El pelo se ha quedado desperdigado por el asfalto y rápidamente se lo ha llevado el viento. Algunos mechones han ido a parar al río Ara. Los ríos con corriente son idóneos para soltar el tormento.

Es la noche de los relámpagos.

Me meto en el río Ara, pese a la ausencia de sol. Me baño una vez, y otra, y otra, salgo y tirito, pero no me desagrada. Quiero despertar aquí. Refugio de Bujaruelo, solo accesible por una pista de tierra en continua ascensión. Quiero despertar en este valle de privilegiados y valientes, donde dicen que en los días malos el viento lo vuelve todo insoportable. Apenas queda espacio para acampar; el río y la montaña lo copan. El único símbolo humano es un coqueto puente de piedra. Me tiro del pelo.

No viene mal equivocarse, me intento convencer mientras volvemos a Torla, donde habíamos montado la tienda. Hay una chica a nuestro lado. Parece muy tímida y está sola. Siento enorme curiosidad por la gente que viaja sola. La chica se hace dos coletas y da vueltas alrededor de su tienda. Tiene la ropa tendida y la arrastra por el suelo.

Autorretrato en el valle de Bujaruelo, en Huesca, en julio del 2014.

Annia. Polaca. Vive en Varsovia. Estudia chino. Habla perfectamente español, pese a que nunca ha vivido en España. Ha volado de Varsovia a Barcelona. Cogió un Bla bla car hasta Huesca y allí un autobús a Torla. Montó su tienda casi de noche y lo primero que se encontró fue la gran tormenta. Viaja sola por las montañas más altas.

-Lo hago sola porque ninguna de mis amigas quiere. Tampoco hay muchas personas a las que les guste subir montañas.

Por primera vez en el viaje nos quedamos dos noches en el mismo sitio. Annia está muerta tras diez horas de caminata. Le pido que escriba en el cuaderno.

«¡Qué idea más estúpida! Mientras los chicos están charlando y pasando el tiempo alegre, yo estoy sufriendo por mil millones de pensamientos que aparecen y huyen de mi cabeza. Hoy ha sido mi primer día en los Pirineos. Caminos bastante duros, vistas increíbles. Ocurre que ser una chica que sube sola por esas montañas es algo anormal. La gente se sorprende viéndome, me para y empieza su discurso. Gracias a eso puedo alimentar mi parte oscura y silenciosa. Además, puedo conocer muchas cosas nuevas. Una idea muy buena esas provocaciones».

Me cuesta dormir. Me levanto varias veces en la noche. Abro la tienda para comprobar si sigue la de Annia. Dijo que se quería levantar a las cuatro para salir a las seis a Monte Perdido. Quiere pasar tres días por los refugios, pese a que su mochila pesa mucho, no está acostumbrada a la montaña y en Polonia lo más alto que ha subido es 800 metros. Me vuelvo a despertar. Confundo el sonido de un colchón con el de la tormenta y salgo a recoger la ropa tendida sobre las bicis, sonámbulo.

El siguiente despertar ya es de día y la tienda de Annia no se ha movido. Son las 9.15. Se ha quedado dormida. Sus «buenas noches» fue más un suspiro que una despedida. No le gusta posar porque su abuelo la explotó haciéndole cientos de fotos. Se suelta el pelo y sonríe mucho. Desayunamos, le doy unos mapas y quedamos en vernos en unos días en San Sebastián para ir juntos al Sonorma, un festival de música.

No creo que venga. Se perderá en algún camino.