Uno de los pocos emplazamientos de Andalucía donde el paso de los templarios se encuentra respaldado por documentación histórica es Almodóvar del Río. En el Libro de diezmos de donadíos de la catedral de Córdoba existe una entrada que señala a estos enigmáticos caballeros como receptores de quince ubadas de tierra muy cerca de la villa, en una finca conocida como el cortijo del Temple. Esta importante explotación agrícola todavía existe, y a pesar del tiempo transcurrido, parece no olvidar el paso de aquellos frailes medievales. Como prueba, en su puerta aún se puede encontrar un llamativo azulejo blanco y negro con una cruz paté roja en el centro. Parece que proviene de época romana, y contaba Rafael Alarcón en su libro La huella de los templarios que entre sus olivos vagaba en la Edad Media un espíritu conocido como el «fantasma del aceite». Ya saben, donde hubo templarios, hubo misterio.

Según esta leyenda, uno de los sirvientes del cortijo romano iba poco a poco robando monedas a sus amos y escondiéndolas en bolsas que guardaba dentro de las tinajas de aceite del almacén. Pero un día el joven cayó accidentalmente dentro de uno de los cántaros y murió ahogado. Al presentarse ante Caronte sin monedas, el barquero encargado de guiar las almas al inframundo lo rechazó, y no tuvo otro remedio que quedarse vagando por el caserío. Cuando los templarios arribaron, algunos sirvientes se quejaban de que cada noche escuchaban una voz de procedencia sobrenatural en el cobertizo, que repetía una y otra vez «Unus, duo, tres, quattuor…». Con el fin de acabar con aquella inquietante manifestación, un sacerdote de la encomienda de Córdoba realizó un exorcismo al almacén, y fue entonces cuando descubrió que se trataba del joven romano, que todavía contaba sus monedas igual que lo hacía en vida. Como aquella ánima era pagana el clérigo no pudo expulsarla, por lo que llegó con ella al acuerdo de que al menos contara sus riquezas en voz baja, para no molestar a los trabajadores.

Aparte del cortijo, se especula con que los monjes guerreros pudieron establecerse en Almodóvar del Río en la actual ermita de San Sebastián, construida en el siglo XIII, y en otro enclave mucho más evocador: su emblemático castillo. Una hipótesis capaz de disparar la fantasía de cualquier amante de las novelas de caballería que no podemos descartar, si consideramos que su capilla tiene planta octogonal. Recordemos que los edificios templarios recurrían habitualmente a este tipo de arquitectura en recuerdo a la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, lugar de nacimiento de la orden.

(*) El autor es escritor y director de ‘Córdoba Misteriosa’. Puede seguir su trabajo en www.josemanuelmorales.net