A veces hablamosde «la suerte» y creemos que quien la tiene es por azar. Pero, como decía el dramaturgo español Jacinto Benavente, «muchos creen que tener talento es una suerte; nadie que la suerte pueda ser cuestión de tener talento». Similarmente, el famoso científico y divulgador estadounidense Isaac Asimov apuntaba «la suerte favorece sólo a la mente preparada». En Ciencia se han hecho grandes descubrimientos por azar, pero normalmente esto ha sido posible gracias a una enorme preparación y trabajo previo.

Por esa razón, cuando la semana pasada muchísimos medios de comunicación hablaban de «la suerte» que el astrónomo aficionado argentino Víctor Buso tuvo en la noche del 20 de septiembre de 2016, los que sabíamos del esfuerzo que había detrás no lo reconocimos como tal. Ese día Víctor Buso, emocionado con la nueva cámara que acababa de adquirir para su telescopio, descubrió algo que los astrofísicos profesionales llevaban décadas buscando.

La profesión de Víctor Buso es cerrajero, pero durante toda su vida ha sido astrónomo aficionado. Esto es una de las cosas más bonitas que tiene la astronomía: no importa en qué trabajes o dónde estés, el cielo está ahí arriba abierto para todos. En las últimas décadas los avances tecnológicos e informáticos han revolucionando el mundo de la astronomía de aficionado. Esto permite a cualquier persona con los medios y las ganas conseguir observaciones astronómicas de calidad que pueden ser usadas para extraer resultados científicos interesantes. Así, Víctor Buso se construyó un observatorio en su casa en la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe (Argentina), a unos 300 kilómetros de Buenos Aires.

La «suerte» de Víctor Buso fue que ese día, para probar su cámara, apuntó azarosamente (según él, «en la posición en la que estaba parada la cúpula, para no moverla por si despertaba a los vecinos con el ruido») a la galaxia NGC 613, y encontró una supernova. Digámoslo bien: encontró, por primera vez en la historia, que un punto de luz que no aparecía en las primeras imágenes se hacía cada vez más intenso al pasar las horas. No lo supo en aquel momento, pero estaba detectando el momento exacto de la explosión de una estrella masiva como supernova.

La galaxia espiral NGC 613 está a una distancia de unos 67 millones de años luz, en la constelación austral del Escultor. La luz que vemos de este objeto comenzó su viaje intergaláctico justo un par de millones de años antes de que los dinosaurios fueran borrados de la faz de la Tierra. Se trata de una galaxia espiral preciosa, con una barra central, dos brazos no muy pronunciados, y una miríada de pequeñas regiones de formación estelar. La imagen adjunta, obtenida con datos del Telescopio Espacial Hubble (NASA/ESA), revela los detalles de la parte central de NGC 613, donde los colores blancos y azules, característicos de las estrellas jóvenes, son los que dominan. En marrón y negro aparecen las largas nubes de polvo (también asociadas a la formación estelar) de la galaxia. En el centro de NGC 613 se encuentra un agujero negro súper masivo que pesa tanto como 50 millones de soles.

Así no es de extrañar que NGC 613 sufra de cuando en cuando explosiones de supernova. Al ver aparecer ese punto de luz nuevo en las imágenes (dos de ellas aparecen en los recuadros inferior izquierda) y comprobar que no se conocía ninguna estrella variable en ese lugar, Víctor Buso envió una comunicación oficial a la Unión Astronómica Internacional (cualquier persona puede hacerlo). Rápidamente esta información fue recogida por la astrofísica Melina Bersten (Instituto de Astrofísica de la Plata, Argentina), quien es especialista en supernovas, confirmando el hallazgo Junto a su marido, el también astrofísico Gastón Folatelli, Melina Bersten movilizó observaciones en telescopios profesionales para seguir la evolución en brillo de la supernova. A la vez, se comprometió con Víctor Buso en sacar un estudio científico sobre este caso, incluyendo los datos del descubrimiento del Víctor en dicho análisis, e invitándolo a ser uno de los autores de la publicación científica. Los resultados se publicaron en la prestigiosa revista Nature la semana pasada.

La supernova, que se bautizó como SN2016gkg, es el resultado de la explosión de una estrella supergigante amarilla que tenía una masa entre 10 y 20 veces la del Sol. Así se trataba una explosión algo atípica: normalmente las estrellas de este tamaño explotan cuando alcanzan su/la fase de supergigante roja. Las explosiones de supernova que experimentan las estrellas masivas son consecuencia del colapso del núcleo de la estrella, que produce una violentísima onda de choque de centro afuera, llevándose todo por delante. Las imágenes del descubrimiento que obtuvo Víctor Buso mientras probaba su cámara nueva muestran precisamente eso: la llegada de la onda de choque a las partes externas de la estrella, haciéndole cambiar el brillo millones de veces en el lapso de unas horas. Las observaciones que este astrónomo aficionado obtuvo desde su casa han permitido comprobar que estos modelos de explosión son correctos, al estar perfectamente predichos por la teoría.

Se ha estimado que la probabilidad de conseguir fotografiar este evento es más baja que ganar la lotería: sólo 1 entre 100 millones. Dicho de otra forma, si 10 personas observaran 10 galaxias al azar cada noche durante un millón de días (lo que son 2379.7 años), sólo una de ellas podría captar esa señal una única vez. Aún así no es casualidad que Víctor ganara esta lotería cósmica: simplemente tenía muchos décimos en la mano como consecuencia de los miles de días que este asiduo astrónomo aficionado dedica a escudriñar el firmamento.

(*)El autor, astrofísico cordobés en Australian Astronomical Observatory / Macquarie University y miembro de la Agrupación Astronómica de Córdoba, escribe el blog ‘El Lobo Rayado’ en http://angelrls.blogalia.com.