Una década ha pasado desde que Al Gore lanzara una señal de alarma a bordo del documental Una verdad incómoda, que al menos momentáneamente pareció capaz de convertir el cambio climático en asunto mediático primordial. A día de hoy, sin embargo, la especie humana sigue ocupada destruyendo el planeta. «Los últimos tres años han sido los más calientes de la historia»; «los glaciares se están fundiendo en todo el mundo» o «la temporada de nieve se acorta cada vez más» son frases que el medioambientalista y antiguo vicepresidente de EEUU deja salir de su boca de forma automática, casi a modo de saludo, o al menos así fue durante su encuentro con la prensa en el pasado Festival de Cannes. Y así tiene que ser, asegura; porque hay mucho trabajo pendiente, especialmente desde que la Casa Blanca está ocupada por un negacionista irremediable.

Desde el viernes 6 de octubre en los cines, Una verdad más incómoda: ahora o nunca es una secuela en la que Gore seguramente habría preferido no tener que participar. En ella, asume la falta de soluciones al cambio climático como un fracaso personal. «Encontré un plan para mi vida», confiesa en el nuevo documental, y justo después cita a Mike Tyson: «Todo el mundo tiene un plan hasta que recibe un puñetazo en la cara». Aparece más canoso y algo más grueso en el área abdominal, pero igual de apasionado y, quizá, más furioso. «Los peligros que afrontamos son ahora mucho más severos de lo que los científicos predijeron; hemos ido a peor», sentencia al respecto. Con el fin de aportar pruebas, en Una verdad más incómoda, Gore viaja alrededor del mundo para encontrarse con supervivientes de tifones en Filipinas, calles anegadas de Miami y otros lugares que han sido escenario de imágenes bíblicas: inundaciones, tornados... Las cosas, es cierto, han mejorado en los últimos 10 años. El uso creciente del poder eólico y el solar ha reducido nuestra dependencia de los combustibles fósiles, tradicionalmente identificados como la primera causa del problema. «Tenemos las soluciones a nuestra disposición», reconoce Gore. «Los avances en fuentes de energía renovables, y el uso de baterías no contaminantes y vehículos eléctricos y tantas otras tecnologías que ayudan a reducir las emisiones, ha sido muy rápido. El gran desafío ahora es conseguir suficiente voluntad política para implementar esas soluciones. Hay que pasar a la acción».

Además de mostrar cómo la gente se organiza para parar la destrucción, la película se adentra en los despachos de líderes políticos que a menudo tratan de equilibrar la protección medioambiental con el desarrollo económico. En una escena, por ejemplo, el ministro de energía indio responde a los argumentos de Gore sobre la necesidad de usar energías renovables diciendo que su país será capaz de deshacerse del tipo de plantas carboníferas que ayudaron a industrializar Occidente «en 150 años».