Me escribe Pepe, que le ha dejado su novia. «Perfecto», le digo. «Ya tenemos excusa para otro viaje». Me preocupo cuando pienso que necesito una coartada para hacer lo que me gusta.

Nos vamos cuatro días por Los Pedroches y la Sierra Norte de Sevilla.

Primero hay que llegar a Cerro Muriano, ruta típica desde Córdoba; hay dos alternativas: la fácil y la difícil. Nosotros siempre elegimos la que menos adeptos tiene. Los domingos, con nuestras modernas equipaciones y bicicletas estilizadas, salimos por la avenida del Calasancio buscando ese kilómetro infernal que alcanza el 17% de pendiente y que la mayoría de cicloturistas trata de evitar. Dicen que es malo para la espalda, que es muy agresivo, que está demasiado cerca de Córdoba, que no da tiempo de calentar... He escuchado todo tipo de justificaciones.

A nosotros nos gusta retorcernos, así que, aunque llevamos una bicicleta pesada, alforjas y equipaje, allá que vamos, por la ruta chunga, la de cada fin de semana, pero esta vez sin retorno.

En la señal que marca el inicio del temido kilómetro nos hacemos una foto, y es cierto que nos deja las piernas fritas, y que piensas que no vas a poder dar una pedalada más, pero luego cualquier cosa te parece poco, y la damos, una, dos, tres... y así hasta los 50 kilómetros, donde aparece Obejo, tras atravesar el valle del Guadiato.

Obejo está a más de 700 metros de altura. Nos dicen que son el pueblo más alto de la provincia, pero yo no he tenido manera de comprobarlo; soy muy malo buscando en internet. Nos encanta parar en Obejo, aunque es un pueblo sin plaza. Es raro. Hay plaza, pero no hay fuente, solo un banco y coches aparcados. Entramos al bar de Alfonso, donde coincidimos con el aperitivo de unos vecinos que toman vino fino y acaban dibujándonos en una servilleta el camino más corto y bonito hacia Pozoblanco: CO-6411.

Por primera vez, la comida me pasa factura.

«Voy a intentar hacer memoria: Recuerdo que comimos en la mesa camilla, que estuvimos muy a gusto, puede ser que comiéramos una sopita, o algo de carne, puede ser que algo de lomo, no recuerdo exactamente muy bien... No sé si fue una especie de plato combinado, con lomo... o algo de carne de caza que suelen tener por allí, ¿te acuerdas de algo tú?».

Realmente no lo recuerdo, Pepe, pero sí la pájara que me dio al pasar el río Cuzna, y tu cara de satisfacción por ir delante de mí, y las idílicas dehesas de Los Pedroches, y el mercado navideño de Pozoblanco, y el turrón al que nos invitó aquella pareja de abuelos, y el comentario del camarero del Hotel Zoom:

- A mí no me da envidia nada, ni el que tiene un chalet ni el que va en BMW, pero lo que estáis haciendo vosotros en bici, sí.

Parada en Obejo (Córdoba), camino de Pozoblanco, el sábado 19 de diciembre del 2015. Foto: JOSÉ JUAN LUQUE