La historia occidental narra que, en su travesía alrededor del mundo a principios del siglo XVI, el explorador Fernando de Magallanes se percató de que el cielo austral tenía dos manchas difusas cerca del Polo Sur Celeste. Varios siglos más tarde, estos objetos recibieron los nombres de Las Nubes de Magallanes. En realidad, antes que Magallanes otros muchos pueblos las conocían: desde los aborígenes australianos hasta las tribus en Sudáfrica, pasando por polinesios, maoríes, árabes, chinos y puede que incluso egipcios, han hablado de ellas.

En la actualidad sabemos que las Nubes de Magallanes son dos pequeñas galaxias «satélite» de la Vía Láctea. Se identifican con sus siglas en inglés Gran Nube de Magallanes (LMC, Large Magellanic Cloud) y Pequeña Nube de Magallanes (SMC, Small Magellanic Cloud). Recorrer ambos objetos con unos buenos prismáticos o con un telescopio de aficionado con bajo aumento es todo un espectáculo: junto a la SMC aparece el brillante cúmulo globular 47 Tucanae, mientras que LMC alberga una de las regiones de formación estelar más intensa del Grupo Local de galaxias: 30 Dorado o la Nebulosa de la Tarántula.

Las Nubes de Magallanes pueden parecen dos objetos aislados pero en realidad ambos están íntimamente conectados. En 1963 se descubrió desde Australia que existía un puente de material difuso conectando las dos galaxias enanas. Observaciones posteriores revelaron con bastante detalle la estructura de esta envoltura gaseosa, que recibió el nombre de Puente de Magallanes. El material de dicho puente ha sido arrancado de las galaxias enanas como consecuencia de interacciones entre ambas.

Esta semana, el Observatorio Astronómico Australiano (AAO) y el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) han anunciado un nuevo descubrimiento en el Puente de Magallanes. Aunque se habían detectado estrellas jóvenes creadas in situ dentro del gas difuso del Puente de Magallanes, no se habían detectado aún estrellas viejas «arrancadas» de alguna de las galaxias, tal y como predecían los modelos de formación. Gracias a observaciones realizadas en el Telescopio Anglo-Australiano usando el instrumento 2dF, que permite observar hasta 400 objetos a la vez, hemos descubierto, por primera vez, la existencia de estrellas viejas en el Puente de Magallanes. El estudio ha sido liderado por el astrofísico Ricardo Carrera (IAC, ahora en INAF-Observatorio Astronómico de Pádova, Italia), y yo mismo he participado activamente.

Los datos obtenidos en el AAT nos han permitido estimar que la edad de estas «estrellas errantes» (las llamamos así por la forma en la que se mueven) está comprendida entre los mil y los diez mil millones de años. Esta edad es mucho mayor que la edad del Puente de Magallanes, que se creó hace unos 200 millones de años. Así, las «estrellas errantes» tuvieron que ser arrancadas de una de las Nubes de Magallanes en el pasado como consecuencia de intensas fuerzas gravitatorias. Estos fenómenos se conocen como «fuerzas de marea» porque son similares a los que causan las mareas en los océanos terrestres debido a la atracción gravitatoria de la Luna.

Nuestro estudio ha permitido concretar la composición química de estas «estrellas errantes». Esto ha sido clave para trazar su origen: se crearon en la Pequeña Nube de Magallanes hace más de mil millones de años. En realidad, las interacciones y fusiones entre galaxias pueden distorsionar e incluso modificar radicalmente la morfología de las galaxias, siendo procesos claves en su evolución. Estos procesos eran muy comunes en el Universo primitivo, por eso es tan importante poder estudiarlos tan cerca en las Nubes de Magallanes.

(*) El autor, astrofísico cordobés en Australian Astronomical Observatory / Macquarie University y miembro de la Agrupación Astronómica de Córdoba, escribe en el blog ‘El Lobo Rayado’.