La carretera es tan estrecha que solo la dejaron en un sentido. Nos metemos en dirección prohibida, por la HU-631, entre Fanlo y Escalona, atravesando el cañón de Añisclo sin dar un solo pedal. Michelle y Al, una pareja de ingleses, han hecho lo mismo. Dicen que veían a la gente dentro de los coches con cara amargada.

- No entendemos otra forma de viajar.

No me extraña que no quieran volver a Inglaterra, yo también me quedaría en Huesca. Sin embargo, nos vamos.

Sucedió en la novena noche, en un supermercado de Plan.

- ¿Usted es el alcalde?

- Sí.

- ¿Dónde podemos dormir?

- En el soportal de la iglesia, con los sacos.

Preferimos el parque, con la tienda, junto al río Cinquilla. El último amanecer en Huesca. Tiene su punto despertarse sin espejos ni lavabos y lavarse la cara en el río. Al puerto de Sahún solo se puede subir por pista. En doce kilómetros ascendemos mil metros, hasta plantarnos en los 2.021. Cuanto más me cuesta pedalear, mejor estoy. En la cima me topo con uno de los paisajes más increíbles que recuerdo.

Me contengo de hacer fotos. A veces solo las hago para justificar que he estado en un lugar, por lo bonito del paisaje o porque llevo tiempo sin tomar una. Pero luego me doy cuenta de que las fotos son momentos, que no hay que forzarlas ni abusar de ellas. Primero hay que provocar la vivencia y luego la fotografía. Pero ante todo tiene que pasar algo.

La bajada a Chía es una contradicción: lo gozo, pero me da rabia perder en segundos lo conseguido en horas. Nos escribe Annia. Sigue con su locura por la montaña. Está en un refugio de Francia y mañana irá a Bujaruelo. Su única condición es ella misma. Aquí no nos creemos que esto vaya a finalizar. No habíamos previsto el final del viaje, pero al salir de Huesca intuimos que se está acabando. Llevamos casi dos semanas sin darnos cuenta. Deduzco que la condición para viajar en compañía es dejar a esa persona sola al menos una vez al día. Pepe duerme y yo leo en un césped a las afueras de La Pobleta de Bellvei, tras un suculento postre hecho por Quin y Nuria, propietarios del bar Felip.

No visualizo el retorno a casa. Estoy cómodo fuera y mantengo la incógnita de si el viaje será un simple paréntesis o habrá servido para algo más. Cada vez me veo más fuerte, pero temo cuando aparezcas. Me repito que no es aconsejable sostenerse con el recuerdo de hace años.

«Ahora me queda dar las gracias al universo por las personas que he encontrado, por el dolor y la alegría»

En Sort abandonamos. Cuando la cabeza desconecta, da igual las piernas que tengas. Metemos las bicis en un autocar y marchamos a Zaragoza, donde hemos quedado con Annia. Aparece en la plaza del Pilar con la cara sonriente, pero sin zapatillas. Tiene tantas heridas en los pies que solo puede caminar descalza. En el tren hacia Pamplona nos confirma su desvarío por los picos más altos del Pirineo. En el autocar hacia Irún cogemos asientos alejados. Ni una palabra. Nueve fotografías. Monólogo interior.

«No pasa frecuentemente que encuentras a alguien y en el primer momento sientes que cada segundo con esa persona tiene un sentido profundo, sientes calma porque estás en el lugar donde deberías estar. Los chicos han terminado su viaje. Ahora están recogiendo los pensamientos, las aventuras. Me quedan unos días más, pero comparto ese ambiente. Ya se hicieron las preguntas más importantes y empiezo a analizarlo todo. Ya veo algunas cosas muy claras. Como esa tormenta de mi primer día en los Pirineos por la cual por primera vez en mi vida tenía que esforzarme montando la tienda de campaña con la lluvia, por la cual pasé una noche con todas las cosas mojadas y frías, por la cual no pude empezar mi viaje al día siguiente como hubiera querido y, por fin, por la cual cambié planes y conocí a los chicos. Ahora me queda dar las gracias al universo por las personas que he encontrado, por lo que me ha pasado, por el dolor y por la alegría. Por sentirme libre e independiente. Gracias, chicos, por la relación tan sincera y mágica que hemos creado. Gracias por provocaciones mentales que me obligan a reflexionar». Annia M. Podkolinska.